Me encanta visualizar lo que representa la parte humana de nuestros acontecimientos que hacen comunidad, a veces a flor de piel, a veces muy escondido y por tanto escasamente conocido por la opinión pública y más cuando paradójicamente nos referimos a un deporte que se gana a golpes entre dos “contrincantes”, ubicados en un cuadrilátero elevado cercado con cuerdas elásticas, porque el bien común es digno de admiración, sin importar el ámbito social.
Se trata del boxeo, complejo y rudo deporte que se lleva a cabo en equipo, que sólo a base de golpes propinados legalmente (lo respalda un reglamento oficial), se logran las victorias; aunque en otras ocasiones han sido favorecedores seguramente por “error humano” ilegalmente. En la disputa por el triunfo se gana muy buen dinero, sobresale el orgullo en nombre del barrio y la fama, pero también resurge la humildad del origen para ayudar al prójimo.
“Son gentes que son muy humanistas”, dijo Jesús Becerra Cisneros, réferi del Consejo Mundial del Boxeo (WBC), residente de Reynosa, y enumeró los casos de exponentes mexicanos con quienes convivió y trabajó “orgullosamente” de manera personal y después de lograr campeonatos mundiales, “cumplieron sus promesas al regalar insumos esenciales, incluso facilidades de viviendas, gracias al boxeo”.
Es precisamente en este punto en donde apreciamos la parte humana de la persona, quien, casi siempre desde niño, se adelanta a su tiempo con cualidades físicas y anímicas únicas para el boxeo, las cuales alguien detectó y aunado al amor propio y hambre de alcanzar el sueño, logran en conjunto el preciado propósito y con ello, promete regalar y apoyar a otros de lo que careció en su contexto, con su propia familia, aunque luchona y motivadora.
“El boxeo es tan humano, (porque) muchos boxeadores que han venido desde abajo como Saúl Álvarez, que vendía paletas, se dedicaba a las paletas, allá en Juanacatlán, Jalisco; Julio César Chávez, que vivía en un vagón del ferrocarril, con su papá que trabajaba para las vías del ferrocarril. “El Jíbaro Pérez”, de Tijuana, también era de una familia muy pobre. Humberto González “La Chiquita”, que trabajaba en una carnicería como tablajero y que fue campeón mundial.
Otro ejemplo es el del “Chigüa Rodríguez”, un jovencito de Santa Catarina, Nuevo León, muy broncudo, por cierto, su papá le decía: “necesitas hacer algo, no andes nada más en malas compañías”; Juan Antonio “El Charro”, le vio cualidades y lo convirtió en campeón mundial. Ayudó a la gente con comida, con tenis que mandó a traer de Estados Unidos, y así le podría dar muchos más ejemplos, agregó.
“El boxeo es tan noble, es un deporte, donde existen reglas, como las que le comenté de la pelea limpia, no es una pelea callejera; a un boxeador deshonesto lo descalificas y queda fuera del combate, no sabe el daño que puede causar un golpe prohibido siendo intencional”, aclara Jesús Becerra.
Asegura que las condiciones de marginación y pobreza de nuestros exponentes en el cuadrilátero del boxeo no ha sido impedimento para demostrar las cualidades en el ring, a los aficionados.
México es potencia en el boxeo, y ha tenido 172 campeones mundiales, dijo Becerra Cisneros, desde Peso Mosca, Mini Mosca, Paja; desde un Ricardo “Finito” López, entre muchos, contando ahora a Isaac “Pitbull” Cruz y “Divino” Espinoza, el michoacano, que se acaba de coronar.
Actualmente, contando los campeonatos internos como campeonatos que no se tomaron en cuenta, el de Jorge “El Travieso” Arce, Rigo “Español” Álvarez, Humberto “La Zorrita” Soto, entre otros.
Y recordó enfático: “Un boxeador cuando inicia su carrera desde niño… Le voy a platicar una historia de un amigo que llegó a ser campeón mundial, se llama Tomás Rojas “El Gusano” Rojas. Me comenta Tomás que él nació en Poza Rica, Veracruz, en un barrio llamado, “La Pochota”, marginado y humilde como “Aquiles Serdán”, o “La Nopalera”, dijo que si algún día sería campeón mundial ayudaría a mucha gente, en condiciones de vida marginada.
“Él me comenta que para ir a entrenar tenía que correr cerca de ocho kilómetros diarios, a veces se iba corriendo, entrenaba y regresaba corriendo, y yo voy a lo humanitario, dijo: si algún día llego a ser campeón del mundo, yo voy a ayudar a mi comunidad; entonces, comenzó a entrenar, luego emigró a la Unión Americana, peleó en Payne Arena con un promotor en Pharr, Texas, y se convirtió en campeón mundial ganando mucho dinero; actualmente tiene su gimnasio, se llama “Sport Gusano Rojas”, y ayuda a mucha gente. Hizo departamentos para vivir con rentas de bajo costo”.
Becerra afirmó que México ha dado 168 campeones mundiales, y dijo sentirse orgulloso de pertenecer al Consejo Mundial de Boxeo (WBC, por sus siglas en inglés), al conocer y compartir amistad, además de su pasión por el boxeo con personajes fundadores de las oficinas y los destinos del boxeo mexicano, como don José Sulaimán Chagnón (1931-2014), y actualmente continúa su hijo Mauricio Sulaimán Saldívar, como Presidente.
En relación a la disputa honesta de una pelea, Becerra Cisneros, con 15 años en el WBC, antes de ser integrante comentó que las peleas se ganan a golpes, los golpes permitidos nada más están donde está la orilla del oído hacia el frente; del oído para atrás son golpes ilegales. Los golpes legales son de las costillas para arriba”, sentenció.
Sin embargo, agregó, luego de reconocer, “yo soy un profesional, y sé admitir cuando tuve una mala noche porque yo fui suspendido a nivel mundial por permitir golpes ilícitos. Muchos boxeadores se preparan para ganar una pelea, (a la mala porque) en su mente traen dañar a un boxeador; ahorita el Consejo Mundial del Boxeo ha estado bien al pendiente y nos certificó a nosotros como réferis para que no permitamos ni un golpe ilegal”.
Si un boxeador, ya sea local, sea pelea de campeonato mundial, nacional, internacional, latinoamericano, de cualquiera de los organismos, el muchacho automáticamente va descalificado (si sus golpes son ilegales).
El trabajo de un oficial de ring, que lleva la responsabilidad de ser juez, está viéndolo al boxeador únicamente en los puntos, él reduce puntos cuando el réferi le indica que hay que bajarle un punto que le acabo de mencionar; él únicamente pone en la tablilla, en la parte de abajo, un guión menos uno y su trabajo de él es marcar los golpes legales conectados legales de cada boxeador, narra.
“Porque este trabajo es un trabajo en equipo. El supervisor vacía los trabajos de cada uno de los jueces: juez A, juez B o juez C, si es una pelea de campeonato mundial de algún organismo, cada juez es de diferente ciudad, diferente país, diferente nacionalidad, hasta el réferi y el supervisor es el encargado de descargar las boletas y dictaminar quién fue el ganador”.
Y el tomador de tiempo, él es quien se encarga de contar cuando hay una caída de un boxeador y se la da al réferi para que de ahí continúe con su cuenta, todo ese trabajo es en un equipo que todos estamos en la misma sintonía. El boxeo es un deporte de apreciación y para otros son fanáticos y localistas, son tres tipos de aficionados. El localista quiere que gane a fuerza el de casa, no importa cómo salga, pero quiere que gane.
“El aficionado disfruta del evento, disfruta de toda la gente, del desorden que hacen y pues nada más va a ver el evento, a estar ahí, pues le gusta el evento nada más, pero sí es muy importante su presencia”, dijo luego de asegurar que, si bien México no logra medallas de oro en el boxeo en las justas Olímpicas, si está presente, ya que ahí se realizan eliminatorias en las categorías de Peso Pluma, Medio, Completo, entre otros.
Para Becerra Cisneros, quien ejerce su labor boxística con uno de sus lemas “Mi responsabilidad es tu integridad”, pronosticó que el campeón Saúl “El Canelo” Álvarez ganaría el encuentro, tal y como sucedió, el 4 de mayo del 2024, en Las Vegas, contra Jaime Munguía; al intercambiar mensajes y discrepar, aseguró: “le voy a Munguía por su juventud y actitud”; pero reconoció: “Jaime es más potente que Saúl, puede dar la sorpresa…”. Y no se dio.