
El PAN ganó en las urnas, el domingo 5 de junio, 21 de 22 diputaciones locales, con una votación de apenas 3 de cada diez ciudadanos, lo que le permitirá seguir mandando sobre el poder legislativo, para hacer aprobar lo que se le antoje al poder ejecutivo, así vaya contra el interés de la sociedad.
La enorme abstención electoral no es ningún misterio: así ocurre cuando se trata de renovar solo el Congreso local, un fenómeno de carácter nacional que se explica en la circunstancia de que los diputados son figuras repudiadas por los ciudadanos, según las investigaciones del propio gobierno, federal.
Era previsible una escasa concurrencia de votantes porque además, los partidos que son oposición del PAN, siendo gobierno, negaron a sus candidatos recursos económicos y otros apoyos, lo que impidió que hicieran campañas competitivas, notorias, penetrantes, inteligentes, ingeniosas.
MORENA tiene la justificación de que se trata de un partido nuevo, con apenas cuatro años de haberse fundado; no tiene estructuras territoriales, sus dirigentes locales son improvisados, sin emprendimiento, peleados entre ellos mismos, sin prerrogativas suficientes.
El PRI en cambio, en el pecado llevó la penitencia, pues está en peligro de extinción pero aún así, recibió apoyos económicos oficiales distribuidos entre sus candidatos, la mayoría de los cuales fueron producto de recomendaciones, padrinazgos, imposiciones, que merecieron por ello, el repudio ciudadano en las urnas. No ganó el partido tricolor, ni una sola diputación.
El enigma a descubrir es ¿por qué los ciudadanos que dicen despreciar al gobierno de los vientos del cambio, no salieron espontáneamente a votar en contra de los candidatos del PAN, para cobrarse los agravios que reprochan haber recibido?
Para los que alentamos en público y en privado la esperanza de un cambio en la composición de las ramas del gobierno, fue una enorme decepción ver las casillas electorales desiertas, y nos preguntamos intrigados ¿dónde están las multitudes que anunciaron la intención de hacer reventar las urnas, con votos de castigo al PAN?
Si no fuera un desastre, una tragedia, que el PAN consiguió retener el control del Congreso local, nos atreveríamos a hacer la broma de insinuar el disparate de que se padece aquí el Síndrome de Estocolmo.
O podríamos recurrir a la figura autóctona de la abnegada mujer que se resigna a relaciones tóxicas y perdona los malos tratos con la clásica expresión de “pégame pero no me dejes”.
Si el clamor popular es que padecemos un gobierno estatal del PAN que no hace obra pública, que es opaco en el manejo de finanzas, que no detiene la violencia, que está encerrado en una burbuja, que es insensible, soberbio y prepotente, entonces ¿por qué no recibió en las urnas una repulsa unánime?
Tenemos los tamaulipecos dos años para reflexionar la respuesta. En 2021 habrá elecciones de diputados federales, presidentes municipales y diputados locales. Será la oportunidad de ser congruentes con el humor social y aplicar el voto de castigo.
Los partidos políticos no harán por nosotros el trabajo de empujar un cambio. Está probado que sus dirigentes son moldeables, susceptibles de concertacesiones, acomodaticios.
El ciudadano tiene en sus manos el poder del voto, para ejercerlo sin necesidad de esperar la convocatoria, el llamado o la instrucción de hacerlo, a pedido de ningún partido, así sea el del que alienta la esperanza del cambio.