A siete meses de la inauguración de la celebración de sus propios Juegos Olímpicos, a la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se le ocurrió invadir a su vecino Afganistán en apoyo al gobierno comunista que había llegado al poder apenas unos meses atrás, pero que ya sostenía una guerra contra opositores.
Estados Unidos alzó la mano al considerar que la invasión violaba el derecho internacional. El 20 de enero de 1980 el Presidente James Carter advirtió a los soviéticos: se salen de territorio afgano o EE.UU. no va los Olímpicos, que arrancarían el 19 de julio en Moscú.
La mediación, a cargo del presidente del Comité Olímpico Internacional, el irlandés Michael Killanin, fue más bélica que amigable: “Sólo una Tercera Guerra Mundial puede impedir que Moscú sea la sede”.
Sin embargo, la Guerra Fría hizo lo suyo y la propuesta estadounidense no fructificó.
Tristemente los Juegos fueron reducidos y deslucidos: 66 países decidieron no asistir, entre ellos potencias como Alemania Federal, China, Japón y Kenia, entre otros, y unos más lo hicieron bajo la bandera olímpica como Australia, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Reino Unido, Italia, Nueva Zelanda, Países Bajos, Portugal y Suiza.
Pero el mundo da vueltas y EE.UU. tuvo la ocurrencia similar de su rival de la época y a la mala se metió a la isla de Granada en el Caribe.
Descalificaban el golpe de estado perpetrado por el Presidente Hudson Austin y su alianza con Cuba y la URSS. Era el 25 de octubre de 1983: ocho meses antes de los Juegos de Los Ángeles 1984.
Los rusos tardaron en responder. Lo hicieron hasta principios de mayo del año olímpico. Y aunque alegaron que en la sede angelina, y en el país en general, era muy perceptible un fuerte nacionalismo y aversión a lo soviético, la realidad fue que todo mundo lo tomó como el resarcimiento de los daños de cuatro años atrás.
Ninguna gestión pudo impedir el bloqueo a los Juegos. Éstos también fueron estropeados nuevamente por la política, que por lo general se impone a las buenas causas del deporte.
Dieciséis naciones, la mayoría seguidores de la URSS, apoyaron el boicot. Y con lo que representaba entonces el deporte socialista, la sede obvio que salió perdiendo en muchos rubros.
Bulgaria, Alemania Oriental, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Cuba y Etiopía, destacaron entre los ausentes; Rumania y Yugoslavia sí participaron en la justa.
Nadia Comaneci, Sebastian Coe, Vladimir Salnikov, Miruts Yifter, Teófilo Stevenson, Ekaterina Szabo, Mary-Lou Retton, Ning Li, Carl Lewis, Valerie Ann Brisco-Hooks, Michael Gross y Evelyn Ashford, entre otros tantos, hubieran catapultado aún más sus carreras de no haber sido por una u otra obstrucción a los Juegos.
Y pues ahora resulta que un nuevo boicot se cierne sobre los Olímpicos. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, acaba de alzar la voz esta semana y ha advertido que, de continuar la invasión rusa a Ucrania, los rusos no serán bienvenidos a la cita gala.
Ucrania, a través de su Ministerio de Deportes, advirtió que está considerando boicotear a París 2024 si Rusia y Bielorrusia muestran intenciones de ir a la cita. El COI señaló que esta postura sería en contra de la Carta Olímpica.
Pa’pronto mostraron su solidaridad los comités olímpicos de Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia e Islandia.
El COI salió a atajar la propuesta de la alcaldesa y sostuvo que no existen planes para que las delegaciones rusa o bielorrusa estén en París 2024.
Los rusos arrastran un severo castigo por el dopaje de estado que se les descubrió en la Olimpiada de Invierno de Sochi, por lo que fueron expulsados en Río 2016 y Tokio 2020, aunque en estos Juegos pudieron ver acción en algunos deportes.
A los rusos se les deben muchos avances en el deporte en general. Su metodología sigue siendo utilizada en todo el mundo, la detección de talentos, la medicina deportiva y una serie de aciertos aún con absoluta validez. Son un verdadero espectáculo casi en cualquier deporte.
Sin embargo, cuando los intereses políticos se imponen a los deportivos es difícil que prevalezca la sensatez; la historia puede volver a repetirse en París 2024.