
Los teóricos de los recursos humanos sostienen, con justa razón, que un sistema que no es mesurable no puede ser mejorado. Lo que no puedes convertir en estadística, no puedes hacerlo seguir una ruta sistematizada para la optimización.
La Selección Mexicana de futbol obtuvo el tercer lugar de grupo en la Copa Confederaciones de Brasil que recién concluye. Fue sencillamente eliminado.
Los números gélidos y desalentadores indican una nota reprobatoria para el Tri mayor. Dos derrotas y un triunfo en tres juegos hablan de un desempeño desfavorable. Algunos lo llaman fiasco.
Pero creo que la inercia que en los últimos años le había dado un premio merecido a la selección Azteca, terminó. El once se ha desinflado paulatinamente hasta quedar en el mero pellejo. México es un esperpento, comparado con la orgullosa escuadra que competía a un nivel elevado hace escasos tres años.
En el mundial de 2010, se llegó con un tren impresionante. México había sido campeón del mundo en el torneo Sub 17 en 2005. Se veía un cambio generacional esperanzador.
Los nuevos mexicanos saltaban a la cancha en la justa sudafricana.
Pero la imagen del renovado espíritu mexica se desdibujó pronto. Se observa una desatención, un descuido bárbaro en la selección mayor desde que se premian las pachangas, se le permite a los jugadores que observen comportamiento obsceno, que descuadren su figura ante los medios de comunicación
Ahí está el Maza Rodríguez, pintándole un dedo a un aficionado. Luego hace lo mismo Justino Compeán, federativo del balompié mexicano, en una gira por Centro América. Los jugadores se van de farra en plena copa confederaciones.
Ninguno de los dirigentes salió afrontar la información de los seleccionados que parrandearon recientemente en territorio carioca. Se limitaron a decir que no había evidencias que confirmara el dato, en vez de señalar una categórica negativa, encarar a los medios que esparcieron el bulo. Con esa tibia defensa, quedaron como culpables por sospecha.
El futbol es influenciado por diversas corrientes que surgen en el mundo, como estilos, formaciones y costumbres. México está involucrado en esta vorágine deportiva. Un país es más influenciado que influenciable, como le ocurre al nuestro.
Fuera del país hay una noción muy distinta de la disciplina que México podría adoptar.
En cualquier organización las indisciplinas son castigadas. Se le hace sentir al infractor una represalia por su conducta inapropiada y con la sanción se sienta un precedente que es ejemplar y que sirve para desincentivar a sus pares.
No hay en el equipo de México noción del orden. Los jugadores ya rebasaron los niveles de disciplina que había establecido Manuel de la Torre, su entrenador, y comenzaron a desbalagarse.
No hay forma de saber cómo se encuentra el vestidor. Se cruzan tantas suposiciones y son tan pocos los que sabe cómo es el ambiente adentro que cualquier comentario es especulativo.
Pero, por lo que se ve, sin intentar una adivinanza, el Tri está desmoralizado. Parece que los jugadores ya ni quieren regresar. Lo que desean es regresar a su casa e integrarse a los clubes.
El futuro de la selección es incierto. Por vez primera en dos décadas existe el temor fundado de que el equipo no califique para la Copa del Mundo 2014.