Derrotas son huérfanas y amargas

Las derrotas son huérfanas y amargas, pero estoy seguro que en este momento vale la pena reflexionar sobre lo que vivimos en la pasada elección.
He escuchado y leído muchos comentarios acerca de lo que nos pasó como priistas el pasado 2 de junio.
Muchas personas hablan sobre el pasado, algunos critican el presente y muy pocos se preguntan: ¿qué nos espera en el futuro?
Creo que es fundamental pensar sobre este nuevo reto que nos toca enfrentar. Reflexionar seriamente y desde un ángulo de honestidad radical sobre quiénes somos y lo que queremos ser, voltear atrás solo para aprender de nuestros errores y jamás volverlos a cometer.
Hay que decirlo aunque duela: tocamos fondo pero hoy tenemos la oportunidad de comenzar una nueva etapa de nuestra historia. Una etapa donde la organización, la creatividad y el talento tendrán que sustituir al dinero.
En esta nueva etapa tenemos que entender que los votos se conquistan con propuestas, con narrativas que llenen las expectativas de la sociedad, con campañas diferentes a lo que el partido estaba acostumbrado a dar como oferta política. Hay que entender que eso ya no esta a nuestro alcance.
Tenemos que admitir nuestros errores y tener claro que hoy nos tocó pagar facturas, aunque algunas no son nuestra responsabilidad; pero la voz del pueblo es la voz de Dios y punto.
Estoy seguro que con los últimos resultados estamos a mano y ojalá así sea por el bien de Tamaulipas, créanme que lo peor que nos puede pasar es caer en un bipartidismo que solo vea en blanco y negro.
Hoy a los priistas nos toca reinventarnos para ser una opción viable sin perder de vista el objetivo, nos toca cambiar los vicios de antaño en la forma de hacer política, nos toca entender que a nuestro ejército lo hicimos grande e incosteable, nos toca tener claro que todo pasa y siempre pasa para bien.
Esta elección fue una gran lección que si la vemos con inteligencia nos muestra el nuevo rumbo que tenemos que tomar, una lección muy dolorosa y triste, pero necesaria, para darnos cuenta que en la vida si no evolucionamos todos los días, nos estancamos y terminamos retrocediendo.
Recibimos una gran lección de humildad que nos deja claro que todos somos necesarios, que hay que hablarle a la gente de corazón si queremos pedirle su apoyo.
Y la máxima lección: “la unidad” es fundamental porque sin ella estamos destinados a desmoronarnos como un frágil castillo de naipes.
Es momento que los priistas hagan un examen de conciencia y decidan si quieren quedar en el barco o abandonarlo en esta época difícil. Llegó el momento de las definiciones, de decidir si quieren estar dentro o fuera, porque a medias sólo hay margen para la traición.
Alguien me preguntó acerca del resultado de este domingo de elecciones y lo único que pude contestarle fue: “para mi , la vida es una parábola y creo que nos tocó estar en la parte más dura”, pero no tenía certeza en qué punto de ella estábamos.
Hoy se que ya tocamos fondo, que para abajo no hay más y que de ahí solo podemos subir si somos disruptivos, capaces, atrevidos y echados para adelante, comenzando a reconstruir lo que por derecho nos corresponde.
Reconstruir un nuevo PRI nos requiere a todos, ya basta de buscar culpables, entremos de lleno en actitud seria de servicio a la comunidad dando nuestro mejor esfuerzo; hay que dejar a un lado las estafetas y como dirían en el rancho: vamos agarrar el pico y la pala.
Hoy requerimos más soldados
y menos generales; es hora de pensar: “¿en qué puedo servir? y no ¿qué me van a dar?”.
Pero también es momento de agradecer todo lo que hemos tenido, es momento de reconocernos, de reencontrarnos, es momento de absorber y reposar el golpe, es momento ponernos de pie y sacudir el polvo, pero lo más importante: ¡es momento de mantenernos en unidad!