
Era abril de 2011 cuando un equipo de reporteros de Hora Cero llegó a Matamoros a cubrir el traslado de los cuerpos inhumados de fosas clandestinas de San Fernando, y que en el recuento final y oficial la suma llegó a casi 200.
El hecho puso de nuevo a San Fernando, Tamaulipas, en el mapa internacional como un segundo capítulo de una novela de terror. El primero sucedido un año antes dentro de un rancho, cuando se encontraron muertos a 72 migrantes de Centro y Sudamérica.
Como contexto, eran los tiempos cuando un grupo del crimen organizado se fracturó y estalló la guerra entre dos bandos que se disputaron territorios y empezaron a reclutar migrantes a la fuerza.
Ese violento divorcio rebasó a Tamaulipas, se extendió a Nuevo León y a todo el territorio nacional, y una de las prácticas para tener más combatientes fue la retención de autobuses de pasajeros para bajar migrantes que iban a Estados Unidos.
Y no necesariamente de otros países como fue el hallazgo de los 72 cuerpos en 2010, sino de diferentes entidades de México.
Para secuestrar a los pasajeros de los autobuses e intentar reclutarlos no había distinción de nacionalidad. Y quien se negaba era asesinado y, en el peor de los casos, enterrado en fosas como se descubrió en 2011.
Un caso fue documentado en tiempo real por Hora Cero al contar la desaparición de 23 trabajadores originarios de San Luis de la Paz, Guanajuato, que tenían como destino Houston, no sin antes cruzar el río Bravo de manera ilegal.
Los reporteros de Hora Cero vimos, nadie nos lo contó, decenas de maletas, suéteres y chamarras que llegaron en unidades de pasajeros a la Central de Autobuses de Matamoros en su paso por San Fernando, donde sus dueños fueron bajados a la fuerza y nunca más fueron localizados con vida.
En esos días de abril de 2011 pudimos ver llegar los vehículos del Servicio Médico Forense uno, dos y más, a dejar los cuerpos desenterrados de las fosas, y el olor a carne putrefacta era insoportable y se impregnaba en la ropa.
El jefe de los servicios periciales puso al alcance de la vista de familiares de los desaparecidos de San Luis de la Paz, fotos de los inhumados con la esperanza de reconocer a sus hijos, hermanos, padres y otros familiares, pero fue imposible hallar tan siquiera a uno. Había huesos, cráneos y trozos de vestimenta.
Sin embargo, si algo me impactó todavía más fue escuchar que la mayoría de los casi 200 había muerto por un contundente golpe en la nuca de un bate o mazo, sin ver a su verdugo a los ojos, para no gastar proyectiles, ya que la guerra entre los dos grupos estaba en su máxima intensidad.
Han pasado 14 y 15 años de esos dos hechos de San Fernando, y las familias de los 23 desaparecidos de San Luis de la Paz siguen con la esperanza de que un día regresarán a sus hogares, como pasó con los cuerpos en ataúdes de los 72 migrantes centro y sudamericanos.
A la distancia, los zapatos y otras pertenencias -también sin dueño- hallados en el Rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco, me transportaron al pasado con las maletas, suéteres y chamarras que llegaron en los autobuses a Matamoros, sin pasajeros.
No tengo la certeza de que cada par de zapatos en Teuchitlán corresponda a un desaparecido o tal vez muerto, lo cierto es que desde 2010 México es una fosa común de norte a sur y de oriente a poniente.
Y lo que se halló en Jalisco es una realidad, jamás una mentira que se podrá esconder dentro de una nueva fosa. Y ojalá las cientos, o quizá miles que se han localizado, ya sean las últimas. No creo.
Nota: Hace 13 años Hora Cero produjo el documental ‘Las Fosas’ que lo recomiendo y que, a la distancia y con los hechos en Jalisco, retoma interés. Aquí les comparto la liga: