
Los agoreros del futbol anunciaban con pesimismo que algún día cercano, los medios electrónicos irrumpirían en el juego mediante la implantación de un chip en el balón, y sensores en las porterías y las líneas periféricas del campo. Pero nunca anticiparon el atropello brutal de la comercialización.
La presente liguilla del futbol mexicano dio una muestra nauseabunda del control y manipulación de las empresas televisoras sobre el juego. En la fase de cuartos de final todos los partidos se suspendieron a través de lo que llamaron pausas de hidratación, instauradas hace un par de años como una medida para proteger, se dijo, la integridad de los jugadores.
En el tiempo que fue creado ese entretiempo, habían ocurrido en el mundo fenómenos naturales inéditos que se atribuían al cambio climático, tan de moda. Se dijo que se estaban registrando las temperaturas más elevadas en el planeta y eso lo resentían los jugadores, como si nunca hubieran jugado a mediodía con temperaturas criminales de 40 grados, como ocurre en CU, durante los partidos de Pumas.
De cualquier manera, los equipos se mostraron de acuerdo en suspender algunos minutos el encuentro cuando se registraran temperaturas atroces para que los jugadores tomaran agua y no se sofocaran. Fue una medida exótica que esporádicamente fue ordenada por los árbitros en algunos encuentros.
Pero ahora, en estos cuartos de final del torneo Clausura 2011, en partidos nocturnos de temperaturas gratísimas 19 grados, como el de Tigres-Chivas, se determinó abrir, al minuto 30 de cada tiempo, un espacio para la hidratación. Los jugadores suspendían las hostilidades y acudían a sus bancas para refrescarse.
En el futbol americano profesional de Estados Unidos ocurre la famosa pausa de los dos minutos antes de que finalice cada medio tiempo y se hace con motivos explícitamente comerciales. Si se considera que ese deporte es pautado y es ejecutado por jugadas sucesivas que no duran, por lo general, más de 15 segundos, se puede entender el aprovechamiento de mercadotecnia con fines estrictamente pecuniarios.
Pero en partidos futboleros como este descrito entre felinos y caprinos, en los que no se justificaba la brecha a mitad del tiempo, la disposición sonaba a un truco comercial en detrimento directo del espectáculo. En los cines, hace años, se determinaba que hubiera un intermedio para que la gente acudiera a la dulcería a adquirir golosinas, en beneficio de la empresa exhibidora. Las protestas hicieron que desapareciera el lapso y así se ganó en modernidad y en disfrute del cinéfilo.
Los partidos, con la pausa se convirtieron en un inédito espectáculo de cuatro tiempos, con dos etapas de 30 minutos y otras dos de 15, un asco para la tradición ancestral del futbol internacional, que estaba determinado por dos apasionantes episodios ininterrumpidos de 45 minutos en el que los once de la tribu (citando el término de Villoro), determinaban la suerte de una ciudad entera. La fanaticada miraba con expectación mística el desenlace de los duelos.
Pero las televisoras como heresiarcas que explotan la ingenuidad de la masa, chantajeándola con pagos por eventos para entretenerlos con una actividad atlética que debería ser, como ellos dicen, patrimonio de todos, mancharon con sus sucias manos la honra del deporte, envileciéndolo con pausas que estúpidamente quieren hacerle creer a la gente que es para beneficio de los jugadores y el show.
Ricardo Pérez Teuffer, vicepresidente de Televisa, reconoció que había sido un error de parte de su empresa determinar esas cápsulas temporales de hidratación. A la burla añaden cinismo. El 6 de mayo declaró en su cuenta de Twitter que la televisora, la verdadera dueña del balón en México, había buscado nuevas formas de comercialización y que está no les había resultado.
Para zanjar el vergonzoso asunto, el director de la Federación Mexicana de Futbol, Enrique Bonilla rechazó discutir el tema y señaló, únicamente, que la pausa será determinada por los árbitros.
Lo lamentable es que ya se abrió la puerta para explorar el uso de esas maneras grotescas de ingreso pecuniario en desdoro del futbol. Primero, recordamos, ocurrieron las restricciones de los juegos, luego la monstruosa comercialización de los uniformes, la abrumadora mercadotecnia que todo lo vende, y ahora estas pausas denigrantes que parecen ser el preámbulo de nuevas maneras de exprimir al juego de las patadas, tan vilipendiado en esta época.