
La frontera tamaulipeca hace 10 o 12 años era todo un paraíso, vivir, trabajar o venir de paseo era todo un festín y casi siempre te ibas con las manos llenas, había comercio por todos lados, el dinero pasaba de mano en mano.
Los carros mexicanos costaban cinco por ciento menos; regios y veracruzanos venían a las agencias instaladas a lo largo y ancho de la frontera y muchas agencias prosperaron rápidamente y vendían miles de autos al año.
Los vendedores tenían pingües ganancias, los regios venían por autos del año de todas las marcas y hasta en la frontera chica abundaban las agencias, pues cinco por ciento menos del precio original era toda una ganga.
Otros más venían a la frontera sólo de paso, su objetivo era ir a chiviar (compras) a Estados Unidos, allá también los precios eran más bajos que en el interior del país, ropa, zapatos y otros artículos de marca, aparte eran de mayor calidad que los ofertados en territorio nacional.
Esos eran algunos beneficios para los que vivían fuera de la frontera, con unos cuantos pesos o dólares los agentes aduanales se hacían de la vista gorda, eran muy sobornables y en raras ocasiones hacían el decomiso de mercancías.
Para los que vivíamos en la frontera los beneficios eran otros, el dólar costaba 9.50 pesos, la gasolina en Estados Unidos era mucho más barata, con 15 dólares llenabas el tanque, el galón apenas si costaba poco más de un dólar lo único que necesitabas era un trabajo decente en la frontera y una Visa Láser.
Por si fuera poco en cualquier esquina había venta de gasolina americana, los (yogueros) eran contrabandistas, pasaban a Estados Unidos con sus tanques vacios y con tambos de 200 litros, regresaban repletos de combustible Exxon, o cualquier otra marca y la revendían en cualquier esquina.
Los residentes de esta franja teníamos la oportunidad de comprar autos americanos con cinco años de antigüedad y podíamos regularizarlo y portar placas tamaulipecas en color amarillo, circular a lo largo y ancho de la frontera y por todo Estados Unidos.
Por si fuera poco teníamos permiso de seis meses por parte de la Aduana para circular por el interior de la República sin ser molestados por alguna autoridad de tránsito, porque la unidad aunque era americana estaba legalmente internada en el país.
El kilo de pollo alimento indispensable en los hogares fronterizos costaba 5 pesos, abundaban las rosticerías, negocios de pollos asados a la leña y otros más que los preparaban fritos, con 150 pesos comprabas varios kilos de pollo fileteado ya preparado o sazonado para darle de comer a 20 personas.
Las casas de cambio también tenían mucha actividad, si trabajabas en México apenas si te pagaban tu sueldo semanal o quincenal y te ibas a cambiarlo por dólares, era preferible traer billete americano que pesos en la cartera.
Por tal motivo los puentes internacionales estaban atiborrados de fronterizos que iban al otro lado a gastar dólares todos los días, las filas eran de al menos dos horas entre semana y los fines de semana hasta tres horas para cruzar.
Actualmente los puentes internacionales lucen llenos los fines de semana y entre semana sólo los de “La Rola”, padres de familia que se turnan para llevar a estudiar a sus hijos a los colegios y escuelas norteamericanas son vistos haciendo fila.
Por si eso fuera poco el IVA estaba al 10 por ciento, mientras que en el interior del país estaba a 15 por ciento. En pocas palabras todo era más barato en la frontera, al menos lo más elemental como la ropa y comida.
La visas para residentes fronterizos no tenían costo, eran gratis, luego salieron las visas laser, que tuvieron un costo de 100 dólares y a la fecha la cantidad va creciendo.
Los vendedores de autos chuecos en la frontera se forraron de billetes, vendían carros de lujo, camionetas y pick ups en dólares y aún así se los compraban, calles y avenidas era utilizadas como lotes de autos donde fronterizos se deleitaban comprando vans y camionetas de pasajeros con asientos de piel y con potentes aires acondicionados para mitigar el maldito calor.
La raza por ejemplo decía ven para darte una vuelta y llevarte a conocer lo más bonito de Matamoros, cuando aceptaban la invitación, los regios eran llevados al Amigo Land y luego al Sunrise Mall y para impresionarlos más eran llevados a la Isla del Padre, a la playa pública que más bien parecía privada.
Los gringos eran felices paseando en pantalón corto por la calles de las ciudades fronterizas, abarrotaban cantinas, bares y restaurantes, eran felices turisteando en la frontera, era para ellos el auténtico paraíso.
El gobierno fue cerrando la frontera, fue eliminando los privilegios para los residentes de esta franja, aumentó el IVA al 16 por ciento, el dólar está por encima de los 13 pesos, la importación de autos va a la baja, los trámites para regularizarlo son muy caros, y nacionalizarlo es casi un pecado, vale más la nacionalizada que un carro americano.
El kilo de pollo anda en más de 20 pesos, se acabó el negocio de la venta de gasolina americana, los precios fueron homologados, las casas de cambio a duras penas tienen clientes, las filas en los puentes internacionales desaparecieron.
Las comercializadoras se van extinguiendo, ya no hay carros que nacionalizar, ni regularizar, la Aduana cada día está más estricta, no puedes traer de contrabando, ni pantallas planas, ni ropa de marca, corres el riesgo de que te las incauten.
Los precios de la gasolina están por las nubes, ahora con el equivalente a un dólar apenas si puedes comprar un litro de gasolina Premiun, miles de comercios cerraron sus puertas para siempre, los mismo les pasó a las agencias de autos nuevos, poco a poco se están acabando en este paraíso llamado frontera.