
Tenía como nueve años de no circular por la carretera Ribereña de Reynosa con destino a Camargo, porque ¡ni loco, y menos con la familia! llegaría más lejos donde nadie te garantiza que no te llevarás un susto, por decir lo menos.
Fue el jueves 24 de abril pasado cuando la primera escala fue en las oficinas de Hora Cero en la colonia Rancho Grande, aunque después de mediodía tendríamos que cruzar al Valle de Texas por el puente internacional menos congestionado.
Desde hace algunos meses son largas las horas de espera para llegar a McAllen por los puentes Hidalgo o Anzaldúas, según las desesperantes crónicas en video que vemos en los medios tradicionales y en las redes sociales, entre ellos del periodista José Luis Montemayor de Hora Cero.
Ese día la opción menos tardada para llegar a Estados Unidos era por el puente de Camargo, a 60 kilómetros de Reynosa.
¿Pero con familia valía la pena arriesgarse a tomar la Ribereña donde las plataformas que monitorean en tiempo real la espera marcaban solamente 15 minutos?
No había otra opción a las cinco de la tarde, pues en el Hidalgo y el Anzaldúas no bajaba de tres horas. En otros días y hasta de madrugada suele ser de ¡seis horas la tardanza!
Teníamos como tres meses evitando el siempre atractivo y seductor shopping en el Valle de Texas, pero esta vez el motivo del viaje fue llevar a nuestros pequeños hijos a un torneo de futbol en McAllen invitados por el equipo RGB Texans.
Con el rosario en la mano, literal, abordamos la camioneta rumbo a Camargo y en cierto punto cruzamos una vías del tren. Me sorprendió los pocos autos que circulaba en ambos sentidos a esas horas de la tarde.
Se me vino a la memoria el año 2010, cuando acompañé a un grupo de encuestadores de Hora Cero a levantar un estudio sobre preferencias electorales a gobernador y llegamos hasta Miguel Alemán.
Eran tiempos violentos en Tamaulipas con el divorcio de dos grupos delictivos, y el asesinato del entonces candidato del PRI a gobernador, Rodolfo Torre Cantú. Podías llegar, pero nadie te garantizaba volver.
Nunca olvidaré que de ida, en esa curva cruzando las vías, vimos el avance a pie de una columna de elementos de la Marina de México al lado de la carretera, con tanquetas, que me recordó a los soldados de Estados Unidos en Vietnam que hemos visto en videos reales y en películas.
La Ribereña era un verdadero infierno y tierra de nadie. De Nuevo Laredo a Reynosa, y de Reynosa a Matamoros, la población veía camionetas con las siglas de cárteles y hombres armados en las cabinas y en las cajas.
Quiero admitir que 16 años después de esas encuestas, y a nueve años de distancia que no volvía a circular, la carretera no significó ningún peligro. Claro, solo nos detuvimos a cargar gasolina en una estación en Díaz Ordaz. Y a seguir el camino rezando el Ave María.
Alrededor de las seis y media de la tarde ya estábamos en la población de Río Grande sin ningún incidente.
Es ese puente de Camargo la mejor opción para cruzar la frontera para los residentes de Reynosa y los que van de Monterrey, con toda la desconfianza que pudiera traerle en mente la sola mención de la Ribereña.