
Regresaron de Europa Pablo Barrera y Efraín Juárez. Fracasaron en la conquista del viejo continente. Hambreados por la fama, dispuestos a cumplir su cita con el destino, amarraron malos contratos y se lanzaron a la aventura tras continental. Tal vez hayan recibido una cantidad de uros suficiente para vivir el resto de sus días, pero no tuvieron oportunidad en la cancha. Y eso, a cualquier jugador lo aniquila. Es simple sicología laboral: si el trabajador devenga un salario, pero no produce, se siente a disgusto. Aunque tenga la cartera repleta, hay dolor en su alma.
Barrera va al Cruz Azul y Juárez al América. Al regresar, la prensa mexicana tan implacable como todas, les cuestionó sobre su retorno. ¿Era, acaso, un retroceso en sus trayectorias? Los dos, por naturales razones, negaron cualquier asomo de arrepentimiento. Se dijeron tan a gusto de su llegada como lo fueron durante su partida.
¿Qué lleva a los jugadores a lanzarse a esas encomiendas laborales que les reditúan mucho menos que los contratos que se pueden agenciar en México? Creo que es el sabor fuerte del misterio, el gusto por el riesgo. Claro que quieren brillar, pero vale el solo hecho de tener el orgullo de decir que estuvieron ahí, que olieron el césped sagrado de las canchas europeas grandes, que se codearon en algunos encuentros con las grandes luminarias. Eso les justifica por entero el boleto y el salario no tan holgado que pudieron haber recibido
Hay que recordar que Hugo Sánchez, el pionero de todos ellos, tuvo penurias iniciales. No es un mito. La historia lo confirma. Tuvo que sacrificar salario para encontrar acomodo en el Atlético de Madrid. La suya fue una travesía feliz y, al parecer, única. Pero el Penta estaba hecho de otra madera. No tenía ni un talento para driblar. Nunca hizo una gambeta en su vida, pero las anotaba todas, hasta con la cadera, como los antiguos mayas.
Hugol hizo en el extranjero fama y fortuna. Fracasaron, a su lado, Luis Flores, Gerardo Lugo, Javier Aguirre, Manuel Negrete, Carlos Hermosillo, el Abuelo Cruz. Luis García se fue y vino inédito: ni fracasó ni triunfó. Fueron y vinieron por esos años y nunca alcanzaron la gloria del Niño de Oro.
Todos ellos se fueron llamados por una vida nueva, no mejor. Querían airear su existencia, su trayectoria deportiva y se subieron al avión, aunque fuera para pasar penurias y regresar sin laureles.
Hay algunos que todavía bregan afuera. Por ahí está Javier Hernández, que sigue siendo una incógnita. Bien educado, con mentalidad ganadora, todavía necesita más tiempo para consolidarse. Pero el tiempo se le agota, porque ya dejó de ser un chaval. En la siguiente temporada tiene que convertir sus promesas en realidad.
También están en la pasarela europea los Dos Santos. Gio ha errado, víctima de su propio comportamiento, sin poder encontrar destino para su gran potencial. Ha desperdiciado años preciosos calentando el banco. El que parece que va bien dirigido es su hermano Jonathan, que espera su oportunidad en Barcelona.
Cuando vea a Pablo se lo preguntaré. Tengo curiosidad por entender, en sus palabras, cómo un jugador cambia el confort nacional, por la incertidumbre extranjera.