Práxedis G. Guerrero fue un periodista, editor, poeta, filósofo y combatiente revolucionario que nació en San Felipe, Guanajuato, un 28 de agosto de 1882 y que apenas 28 años después perdió la vida por una bala que lo impactó un 30 de noviembre de 1910 en Janos, Chihuahua. El guanajuatense escribió un artículo para el prestigiado periódico Regeneración, de los hermanos Flores Magón un 12 de noviembre de 1910, titulado “La mujer”, del cual a continuación me permito escribir un pequeño extracto de este texto del feminista revolucionario para ilustrar este articulo:
“Otro enemigo no menos terrible tiene la mujer: las costumbres establecidas; esas venerables costumbres de nuestros mayores, siempre rotas por el progreso y siempre anudadas de nuevo por el conservatismo. La mujer no puede ser mujer, no puede amar cuando ama, no puede vivir como la libre compañera del hombre, porque las costumbres se oponen, porque una violación a ellas trae el desprecio y la befa, y el insulto y la maldición. La costumbre ha santificado su esclavitud, su eterna minoría de edad, y debe seguir siendo esclava y pupila por respeto a las costumbres, sin acordarse que costumbres sagradas de nuestros antepasados lo fueron el canibalismo, los sacrificios humanos en los altares del dios Huitzilopochtli, la quema de niños y de viudas, la horadación de las narices y los labios, la adoración de lagartos, de becerros y de elefantes. Costumbres santas de ayer son crímenes o pueriles necedades de hoy. ¿A qué, pues, tal respeto y acatamiento a las costumbres que impiden la emancipación de la mujer?
La libertad asusta a quienes no la comprenden y a aquellos que han hecho su medio de la degradación y la miseria ajenas; por eso, la emancipación de la mujer encuentra cien oponentes por cada hombre que la defiende o trabaja por ella.
La igualdad libertaria no trata de hacer hombre a la mujer; da las mismas oportunidades a las dos facciones de la especie humana para que ambas se desarrollen sin obstáculos, sirviéndose mutuamente de apoyo, sin arrebatarse derechos, sin estorbarse en el lugar que cada uno tiene en la naturaleza. Mujeres y hombres hemos de luchar por esta igualdad racional, armonizadora de la felicidad individual con la felicidad colectiva, porque sin ella habrá perpetuamente en el hogar la simiente de la tiranía, el retoño de la esclavitud y la desdicha social. Si la costumbre es un yugo, quebremos la costumbre por más sagrada que parezca; ofendiendo las costumbres, la civilización avanza. El qué dirán es un freno; pero los frenos nunca han libertado pueblos, satisfecho hambres, ni redimido esclavitudes”.
Tuvieron que pasar 200 años para que una mujer gobernara México. Era impensable que una mujer ocupara el cargo político más importante de nuestro país; aspiraban, pero sabían bien que no llegarían. Hasta antes de la elección de 2018, la idea de una mujer estaba en el discurso, pero no en la realidad.
En los puestos más importantes de los poderes del Estado mexicano, han sido pocas las mujeres que han logrado presidirlos. Por ejemplo, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación solo han sido 14 las mujeres que han sido ministras. Hace apenas 63 años, María Cristina Salmorán se convirtió en la primera mujer en llegar a este cargo. En el Senado mexicano, solamente 4 mujeres lo han presidido, siendo María Lavalle Urbina quien rompió la tradición de los hombres. Griselda Álvarez Ponce fue la primera mujer de las 22 gobernadoras que ha tenido México, un número muy pequeño en comparación con los hombres que han gobernado los Estados.
No solo llegó Claudia la política, llegó Claudia la mujer. Esa que, muy a pesar del machismo, será quien mande, y por lo que podemos ver, será una mujer de mano dura. Hoy, ya casi en funciones, vemos cómo ordena, cómo manda, cómo marca agenda, a pesar de que el presidente se niega a quitarse del foco mediático. Es una mujer ordenada, disciplinada, se puede apreciar no solo en sus formas, también en la carrera que ha construido.
Claudia llega como la primera Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas en la historia de nuestro país. Sí, Comandanta, con “A”. En el escalafón militar, esos puestos estaban reservados para los hombres, hasta que una reforma de 2011 a la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos agregó que “sin distinción de género, los miembros del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos podrán acceder a todos los niveles de mando, incluyendo a los órganos del Alto Mando del Ejército y la Fuerza Aérea”. Sin embargo, en el artículo 11, dice a la letra que “El Mando Supremo del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, corresponde al Presidente de la República, quien lo ejercerá por sí o a través del secretario de la Defensa Nacional; para el efecto, durante su mandato se le denominará Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas”. Sí, con “E”, nunca se imaginaron que una mujer llegaría a ocupar tal distinción.
Los retos en cuanto a la violencia y la inseguridad serán los que marcarán, para bien o para mal, su gobierno. La presidenta llega con 317,725 efectivos, entre militares, marinos, Fuerza Aérea y Guardia Nacional; además, llega con el aparato de inteligencia más amplio y con mayores recursos de Latinoamérica. Ojalá se sitúe entre las mujeres de la política mundial a las cuales llamaron “Dama de Hierro”.
En política social, tiene como misión mantener los programas sociales, ampliarlos, mejorarlos y evitar que eso se le convierta en un problema; por eso su sexenio despegará con un ambicioso programa de vivienda para los que menos tienen.
La próxima presidenta tiene que hacer un doble esfuerzo para cerrar bocas. Claudia la política, tiene la tarea de mostrarle a todos y a todas que las mujeres se tardaron en lograrlo, pero que llegaron para quedarse.
Claudia la mujer, tiene la responsabilidad de ser un ejemplo a seguir para las próximas generaciones, para todos los géneros, para bien de todos los mexicanos y mexicanas. Claudia tiene que romper, como lo escribió Práxedis G. Guerrero, con el enemigo al que se enfrentan: las costumbres establecidas.
Reenviado
“Incontables generaciones han pasado sometiendo a los rigores de una educación a propósito a la mujer, y al fin, cuando los resultados de esa educación se manifiestan; cuando los perjuicios acumulados en el cerebro femenino y las cargas materiales que los hombres le echan encima, actúan de lastre en su vida impidiendo el vuelo franco de su intelecto en los espacios libres de la idea; cuando todo lo que la rodea es opresivo y mentiroso, se viene a la conclusión de la inferioridad de la mujer, para no admitir ni confesar la desigualdad de circunstancias y la ausencia de oportunidad, que a pesar de todo, no han impedido que la emancipación de la mujer se inicie ayudada por los heroicos esfuerzos de ella misma…”.
Práxedis G. Guerrero. La mujer.