Celebro que las mujeres exijan igualdad y que nunca más se les trate como seres inferiores; aplaudo que echen en cara a las autoridades casos de abusos policiacos y el aumento de los feminicidios; y repruebo el maltrato en cualquiera de sus manifestaciones: verbal, psicológico o físico.
Sin embargo, ante las escenas de vandalismo de grupos de mujeres radicales infiltrados en las marchas como sucedió en la CDMX, me apena que los encargados del orden y de aplicar la justicia se crucen de brazos, porque entonces se convierten en cómplices.
Qué culpa tienen los monumentos históricos grafiteados como El Angel de la Independencia hace semanas, y el más reciente Hemiciclo a Benito Juárez de la Alameda Central.
¿Por qué tanta ira descargada en dañar y hasta querer destruir el patrimonio artístico e histórico de la capital del país? ¿Qué culpa tienen también los dueños de negocios que los ven a punto de ser consumidos por incendios que ellas provocan?
¿Es más delincuente y merece prisión un borracho que se orina en un macetero y, para hacerlo, tiene que enseñar sus partes íntimas, que un grupo de trogloditas sin cerebro que se lucen ante los reporteros?
El gobierno de la CDMX emanado de la 4T debe ser contundente para detener estos actos vandálicos. Este lunes tuvo que hacerlo después de los destrozos de la marcha del 19 de agosto pasado… y se quedó con los brazos cruzados.
Ante estos desmanes de feminazis se debe usar el garrote, los vehículos antimotines que arrojan chorros de agua, llevarlas ante la justicia y pasar un buen tiempo en la cárcel, si un juez así lo considera.
Una gran mayoría de la sociedad que repudia a estas mujeres lo está exigiendo, porque no se vale más impunidad. Días atrás pasó otro hecho similar en la UNAM donde las anarquistas destruyeron la biblioteca de rectoría y prendieron fuego a la bandera tricolor.
Ya es hora señor presidente de bien aconsejar a la señora Claudia Sheinbaum. Y créanme que los dos recibirán más aplausos que abucheos.
UN FIN DE AÑO
FUERA DE GUION
El Chapito en Culiacán, las masacres de los 15 policías en Michoacán y los nueve de la familia LeBarón, el asilo a Evo Morales, el Congreso y el Senado en llamas, la mal querida Rosario Ibarra en la CNDH, y Alfonso Durazo como chivo en cristalería un día sí y el otro también.
Definitivamente la 4T no tendrá un fin de año 2019, y un primer año en el gobierno como se esperaba y como se pudo haber planeado dentro de Palacio Nacional. Escándalos que opacan los logros.
Porque aciertos ha tenido el presidente Andrés Manuel López Obrador como estabilizar los mercados financieros, sobre todo con un dólar sin sobresaltos; el precio de las gasolinas sin aumentos como en el sexenio anterior, suspender las millonarias pensiones a los ex presidentes y, sobre todo, el combate a la corrupción y cárcel a ex funcionarios, etcétera.
Pero la luna de miel no duró lo suficiente. Y no porque “la prensa conservadora” esté manchando los logros de la 4T, porque al periodismo no se le puede culpar de la detención y posterior liberación de Ovidio, el hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Como tampoco haber puesto en sus manos las ametralladoras, y el dedo en el gatillo, a los sicarios que mataron a cuatro adultos y cinco menores de edad de los LeBarón en los límites de Sonora y Chihuahua, hechos que provocaron la indignación mundial.
López Obrador tiene que rectificar para que sus logros no sean ensombrecidos por una serie de acontecimientos que no tenía en el guion, a dos semanas de cumplir el primer año de su sexenio.
Abatir la corrupción y meter a la cárcel a quienes la practicaron o la encubrieron, como el caso de Rosario Robles, merece el reconocimiento de los mexicanos que votamos por él. Pero también no debe desestimar las voces de quienes no aprueban los errores de la 4T.
El reciente caso del asilo a Evo Morales, ex presidente de Bolivia, ha sido más de burlas en memes que otra cosa. Aunque la oposición se ha subido al tren para criticar, sin argumentos, una política de puertas abiertas que México ha ofrecido desde el siglo pasado.
López Obrador está a tiempo de remediar en mucho ese desencanto que puede pegar a la 4T, sobre todo en las elecciones de 2021.
Y una sabia decisión sería deshacerse del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Durazo, por su culpabilidad en el fallido operativo y sus mentiras en el caso Culiacán, y dar marcha atrás a la aparente imposición de la nueva presidenta de la CNDH.
Y faltaba el caso de Baja California donde el gobernador electo por dos años, Jaime Bonilla, tuvo la ocurrencia -al estilo Evo- de querer sumarle tres años más a su mandato. Ya asumió el cargo pero falta la última palabra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Usted tiene la última decisión señor presidente. Este barco puede mantenerse a flote con una carga de más logros, pero los agujeros están filtrando el agua y debe taponarlos.