En un proceso terso, impoluto, concurrido y alegre, el Consejo Nacional de Morena aprobó el domingo 11 de junio la convocatoria para la elección de su coordinador de Defensa de la Cuarta Transformación, cargo temporal que ocupará la persona a quien se nominará para los comicios presidenciales de 2024.
Cuatro aspirantes de Morena, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal; del PT, Gerardo Fernández y del PVEM, Manuel Velasco, se comprometieron a la unidad.
Muy destacado es el hecho de que el evento representa un giro al desterrar las prácticas personalistas, y ser reemplazadas por un ejercicio colectivo. No se trata ya de las ambiciones de un individuo; sino de la unidad de un grupo para sacar adelante un proyecto de futuro avalado por la ciudadanía y elaborado a partir de la voluntad para atender los grandes problemas nacionales de la única manera posible: en conjunto y considerando el interés de las mayorías.
El partido fundado por el presidente Andrés Manuel López Obrador determinó que la encuesta será el método para elegir a su candidato presidencial. Los consejeros definieron los detalles: será una sola encuesta que tendrá otras cuatro encuestas espejo, podrán participar hasta seis aspirantes, se levantará entre el 28 de agosto y el 3 de septiembre y el resultado será informado el 6 de septiembre. Si hubiera que decirlo, se trata de una jugada maestra que evitará fricciones y mantendrá la unidad del partido.
Ya en ocasiones anteriores hemos hecho referencia a la sucesión presidencial de 1939, cuando el Partido Nacional Revolucionario postuló al general Manuel Avila Camacho en lugar del favorito para suceder a Lázaro Cárdenas, Francisco J. Múgica. Una salida airosa fue la candidatura de Juan Andrew Almazán por parte de una coalición de extrema derecha integrada por el Partido Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN), el Partido Laborista Mexicano y el Partido Acción Nacional (PAN).
La singular época de paz, estabilidad y desarrollo que vivieron México y los mexicanos se sustentó en el hecho de que llegó a la presidencia la persona adecuada. Así se espera que suceda ahora. Quien resulte ganador de la encuesta tendrá que acercar a los demás para limar asperezas y trabajar todos por el bien del país. Los seis se han comprometido y es de esperarse que cumplan.
Quizá algo sorprendente es que la oposición sigue sin articular una propuesta medianamente aceptable. El mismo domingo, el equipo de comunicadores orgánicos de Televisa y Milenio le hicieron el caldo gordo a la señora Lily Téllez. Todos dijeron haber estado contentos y satisfechos con los resultados de la entrevista transmitida y repetida varias veces. Si con eso se conforman, seguramente no les alcanza.
La afirmación más sólida de la senadora: que es de derecha; pero, no como Fox, Calderón o Bolsonaro. Ciertamente, carece del arrastre que tuvo Vicente para convencer a los mexicanos de sacar al PRI de Los Pinos, aunque después se haya convertido en un fiasco, a tal grado de preguntar “y yo por qué” cuando le exigieron asumir su responsabilidad.
Téllez es de la misma manera que los payasos de Venezuela o Asia. Igualita que Jeanine Áñez o la asesina Dina Boluarte, son instrumentos del capitalismo salvaje para contrarrestar los esfuerzos por recuperar la justicia social y moderar tanto la indigencia como la opulencia, según proponía Morelos. Es un peón dentro de las organizaciones que financian las agencias norteamericanas injerencistas.
Es posible que al paso de los días emerja una figura más sólida que pueda ser competitiva en el juego de la sucesión presidencial; por lo pronto, Morena tiene la cancha y la pelota. v