
Estaba un día El Apuntador elevando una oración por todos los compañeros periodistas que ya no están con nosotros, cuando nos pusimos a reflexionar sobre lo triste que fue la partida de Juan Mario Castorena, un verdadero personaje del periodismo policiaco en la frontera.
A estas alturas del partido suena bastante complicado que alguien relacionado con los medios de comunicación no sepa o no haya conocido a Castorena, como era conocido entre la raza.
Porque independientemente de las historias y leyendas (todas reales, por cierto) que circulaban alrededor de este compañero, quien era la representación física de una era en el periodismo policiaco que ya se ha terminado, la realidad es que Castorena era una gran persona, única en su desinterés por ayudar a sus colegas de los medios.
Los “puntos rojos” de la sección Policiaca no nos dejarán mentir, siempre que llegaba un nuevo reportero a “la 12”, como se le conoce a las instalaciones de Seguridad Pública en Reynosa, el primero en notar el rostro perdido, la mirada nerviosa y la voz insegura era precisamente Castorena.
¿Y qué era lo que hacía el compañero con el nuevo? Se le acercaba, lo presentaba con los comandantes, le daba los detalles y las reglas básicas de cómo funciona un mundo tan complejo y especial como lo es la barandilla en la frontera.
No hubo reportero policiaco en Reynosa que no pudiera decir que Castorena no le dio un consejo, un “norte”, una indicación de dónde buscar la información y cómo sacarla.
Más de dos “puntos rojos” fueron casi guiados de la mano por Castorena por los juzgados, las agencias del Ministerio Público y las comandancias de la Policía Preventiva y Judicial del Estado.
Eso, compañeros, es algo que ya no se ve en los medios no sólo de Reynosa, sino de Tamaulipas.
Sin embargo, el cariño hacia este personaje quien inició su carrera periodística de manera empírica allá a principios de la década de los ochenta en el hoy desaparecido periódico El Tiempo, iba mucho más allá de la fuente policiaca.
Sus más de 40 años colaborando en periódicos como Valle del Norte, Multicosas, La Prensa de Reynosa y en el Cinco de Ciudad Victoria, además de su carácter amable y bromista, hicieron que comunicadores de todas las fuentes lo reconocieran y le tuvieran estima.
¿Y cómo no hacerlo? No había momento en que Castorena no estuviera de buenas, recordando los años dorados del periodismo fronterizo, cuando le tocó fundar el Club de Periodistas de Reynosa junto a personajes como José Benjamín Tamez, Carlos Soto, Juan Ramos Rodríguez y Gilberto Reyna, entre otros, y quienes ya se nos adelantaron en el camino.
De hecho, vale la pena que busquen el notable y conmovedor artículo que el compañero y amigo Hugo Reyna escribió con motivo del deceso de “Cástulo”, como también lo llamaban.
Es cierto, Castorena no cumplía con las mínimas reglas de redacción periodística al momento de elaborar sus notas, pero nadie en esta profesión puede negar que sabe perfectamente lo que se quiere decir cuando dicen que alguien anda “acastorenado”.
Su estilo para redactar las crónicas policiacas, sin importar que fueran tan sencillas como la de un ebrio detenido por escandalizar en la vía pública, tienen tal desparpajo que son divertidísimas, y eso es algo que tenemos que agradecerle a Castorena.
Como lo dijimos al principio, se nos fue un verdadero personaje del periodismo fronterizo. Da rabia que haya sido tan pronto.
Descansa en paz, Castorena. Aquí nos quedamos todos “acastorenados”, pero “luchando contra el hampa y la corrupción”… así como tú escribías.
RETAZOS
Como dicen, las malas noticias nunca llegan solas y por eso es nuestra triste obligación reportar que allá por los rumbos de Matamoros se nos adelantó en el camino el compañero Hector Miguel Chávez.
Creador de la columna Noticiero, que era publicada por decenas de medios impresos y en línea de la entidad, Chávez se nos fue después de una enfermedad que lo mantuvo postrado.
Sin embargo nos cuentan que ni siquiera en esos momentos dejó de recordar a sus compañeros y amigos de los medios de comunicación.
De hecho nos vamos a tomar a libertad de fusilarnos unas líneas que publicó en su perfil de Facebook el pasado 8 de abril el compañero y amigo Agustín Carlos Lozano:
“La tarde de ayer fui al hospital a ver a Héctor Miguel Chávez en voz muy baja me preguntó por todas y todos los del gremio periodístico, casi no podía hablar, desesperadamente se intentaba quitar las mascarilla de oxígeno, pero aún con su enfermedad quería saber como estábamos nosotros sus colegas y compañeros de la prensa, le pedí calma y se despidió de mí con una enorme sonrisa, descanse en paz mi amigo Chávez quien seguramente estará con el creador redactando su columna Noticiero para el periódico El Cielo”.
Descanse en paz Héctor Miguel Chávez.
Pasando a temas menos tristes, vaya error que cometieron allá por los rumbos de la sección Estilo del periódico El Bravo de Matamoros cuando, al querer reseñar la develación de una estatua de Juan Gabriel, que ponen “desvelan”.
Ahora que quién sabe, a lo mejor la ceremonia fue muy temprano en la mañana y la estatua no había dormido bien, por eso aquello de la desvelada.
Donde también cometieron un error, pero no por descuido, sino por una clara mala intención de fregar, es en Reynosa, donde varios medios de comunicación, especialmente algunos en línea, no tuvieron el menor empacho en inventar una nota y darla por cierta.
Como seguramente lo recuerdan, la ciudad vivió un terremoto político después de que un grupo de regidores decidieron negar el permiso al Ayuntamiento para una serie de gastos, incluyendo la compra de camiones para la recolección de basura.
La decisión de los ediles encendió las redes sociales, donde se formó una verdadera campaña de linchamiento donde hasta llegaron a publicar los números de teléfono de cada uno de los regidores que votó en contra de la compra de los camiones.
En toda esta vorágine, de pronto varios portales de Internet sacaron una nota que llamó poderosamente la atención, pues reseñaba cómo un grupo de ciudadanos había llegado hasta el domicilio del síndico, Alfredo Castro Olguín y habían tirado su basura en la puerta.
Obviamente una nota de ese tamaño merece todas las portadas no sólo de Reynosa, sino de medios nacionales… el problema es que todo se trataba de un choro, una falacia, una mentira pues.
Ahí tienen que estos portales, pasándose por el arco del triunfo fundamentos básicos como la imparcialidad, la veracidad y el reporteo de una noticia, tomaron una foto de una protesta ciudadana en Campeche e hicieron creer a la gente que se trataba de Reynosa.
O sea, que no sólo echaron mentiras, sino que lo hicieron con premeditación, alevosía y toda la ventaja que podían sacar.
Los motivos por el que hayan decidido sacar esta papa no los sabemos y nos da flojera intentar identificarlos, lo importante es darnos cuenta que el periodismo en Reynosa, especialmente el que se hace en línea o por las redes sociales, ha tocado su más bajo fondo.
Hoy lo importante es ganar likes, clics y retuits que permitan acceder a los jugosos recursos de la publicidad que ofrecen las redes sociales. La verdad es algo descartable.
Qué pena, de verdad.
Y no nos vamos sin antes dejarlos con la gustada pregunta de la quincena: ¿Fue línea eso de la nota falsa de la basura en la casa del síndico? Y si lo fue ¿quién lo ordenó?