
Protegiendo al Enemigo echó un vistazo a la trilogía de Bourne para tomar inspiración.
La nueva película protagonizada y producida por Denzel Washington, quien es actualmente el héroe de acción de color más rentable para la pantalla, es un esfuerzo por surfear en la ola gigantesca de propuestas que se ocupan de revisar el tema del terrorismo internacional.
Aquí, ni siquiera se esmera en reflejar los temores del pueblo norteamericano, como lo han hecho otros en esfuerzos por contener la inquietud generalizada del enemigo invisible de las agrupaciones que pretenden desestabilizar al mundo a través de la violencia y la destrucción masiva. La película, dirigida por Daniel Espinosa, es un tecnothriller creado para divertir –y eventualmente hacer reflexionar sobre el manejo de la política exterior de la Unión Americana– con una fórmula básica de balas y estilo cinematográfico que ha sido repetida hasta el cansancio.
Con una factura muy similar a las cintas de evasión del estupendo Tony Scott –quien sí hace cine con el único y descarado propósito de entretener– y con planos muy similares a los usados por el maestro Paul Greengrass, Protegiendo al Enemigo se interioriza en lo que deben ser las casas de seguridad de los equipos de espionaje de Estados Unidos alrededor del planeta.
Ryan Reynolds, convertido en las recientes producciones en hombre de acero, es el bisoño aprendiz de agente que un día es requerido para una misión en la casa de seguridad donde lleva meses abandonado. Frente al enorme problema que representa el control de uno de estos hostales repentinamente ocupados, se ve obligado a enfrentar con un problema mayúsculo cuando una visita repentina resulta en una masacre.
Reynolds como el hombre de la ley y Washington como el fugitivo súper espía, deben hacer equipo de pareja dispareja para alejarse y encontrarse, buscando combinarse para encontrar una escapatoria en el enmarañado submundo del terrorismo internacional, y la siempre traicionera contrainteligencia.
La misma horma de Protegiendo al Enemigo ya había sido utilizada para crear a Bourne: El Ultimátum. Las similitudes son numerosas, empezando por el peligroso recurso de la cámara al hombro, que debe ser empleado con el propósito específico de proporcionar realce al realismo. Aquí la cámara vibrátil sólo desconcierta.
Luego hay un par de directivos confrontados, que dan órdenes desde una misma sala de guerra, llena de pantallas y especialistas en sistemas. Puro Bourne. Vera Farmiga, ha sido pésimamente seleccionada aquí para ser una ejecutiva demasiado sexy y glamorosa, aunque ponga cara de circunstancias y proyecte seriedad gerencial en el manejo de crisis.
Como protagonista, Reynolds ha madurado y ya puede sostener una película, aunque desmerece mucho frente a Washington. En el esquema sugerido para entender la película, las pistas las va encontrando el agente, para la verdadera acción recae sobre el fugitivo. Desde ese desbalance, se obtiene un resultado irregular, pues desfavorece al hombre bueno de la trama.
Tras el tortuoso paso de la película, llena de colorido, pero con escenas de acción de escasa adrenalina, queda como resultado una historia carente de buenas ideas.