El Fantástico Señor Zorro necesita ir al siquiatra. Interiormente conflictuado por los demonios de la vanidad, el protagonismo y una enferma necesidad de atención, el astuto mamífero se pasa de listo y se mete en serios problemas.
El director Wes Anderson muestra un asombroso universo animado por la técnica stop motion, con un montón de muñecos desaliñados, peludos, que riñen con la estética de sus producciones pares como las de Wallace y Gromit, que lucen una impecable moldura y un entorno visualmente grato.
Los monos que integran la familia de estos mamíferos son de aspecto vulgar, confeccionados sin retoques, como si fueran muñecos adquiridos en un mercado de juguetes de segunda mano.
La animación, comparada con la que elaboran los grandes estudios, es burda y hasta descuidada. Pixar, Fox, Dream Works, Disney, son dechados de virtudes en recreación de la realidad y han dominado el mercado durante años. Ahora, enfrentan un reto mayor ante un puñado de marionetas que actúan en una gran aventura que puede ser catalogada, en la industria fílmica, como cine de autor de la fantasía y que se enorgullece en presentar una producción de presupuesto indigente, comparada con sus competidoras, como Up: Una Aventura de Altura.
Nada se parece a lo que hacen los figurines cuando cobran vida, interactuando entre ellos con códigos que pueden no ser comprendidos en toda su dimensión por el público infantil. La temática es corrosiva, con un comentario social sobre la obligación de crecer y encargarse de una familia, y con bromas sugeridas.
El animalejo, en acción, es un espectáculo superior. El cuadrúpedo humanoide no es más caricatura que los otros protagonistas que le preceden en la filmografía de Anderson como Rushmore, Los fabulosos Tennembaums, Vida Acuática y El Viaje a Darjeeling.
Basado en las aventuras escritas por Roald Dahl, el Señor Zorro vive en un mundo de animales que tienen una definida organización social en el campo, alejados de sus enemigos, los humanos.
En su juventud alocada, era un ladrón de pichones, pero al contraer matrimonio y establecer una familia, decide dedicarse a una empresa en apariencia más apacible, alejada de los peligros.
Pero la fiera no puede mantenerse alejada de la acción y da un último golpe, lo que le acarreará graves consecuencias a él y a la comunidad. El adulto rebelde, que se desveló en sus ensoñaciones juveniles, debe enfrentar las consecuencias de sus actos irresponsables.
La comedia tiene un tono surrealista por la extraña mezcla de animación elemental, entre animales parlantes que conviven en una sociedad bien estructurada y que interactúan con personas. Pero también tiene una gran carga existencial, por la profundidad sicológica de los personajes y su complejidad individual, que los hace candidatos al diván del psicólogo.
Anderson tiene una capacidad asombrosa de resaltar lo risible de los sucesos cotidianos, al grado de ridiculizar la simpleza y las tragedias que se elaboran en torno a pequeños problemas.
El oscuro humor del zorro es doblemente festivo porque es, como en todas las películas de Anderson, generado por personas que viven con un talante solemne. Es una exhibición del complejo estado anímico que provoca hilaridad, de quienes se toman la vida en serio, sin saber lo patéticos que resultan por ello.
Por ello Anderson usa aquí, una tendencia que se encuentra presente en toda su obra y que marca su estilo extravagante y, por momentos incomodo: la presentación de tomas estáticas, con planos frontales prolongados que parecen exhibir a las personas (o animales) en su completa estupidez.
El cánido, símbolo de astucia, es una proyección de las inquietudes del realizador, que sorprende al mundo con una película que no es solo atípica de él, sino de todas las creaciones hechas en dramas fuera de la acción real hechos para la pantalla grande.
Una señal de los tiempos modernos es la temática para adultos, que ya se inmiscuye en los territorios que tradicionalmente estaban deparados para los niños como las películas de “caricaturas” o de “monitos”, que tiene un fértil terreno en un público mayor que es el que entenderá mejor los guiños que envían Anderson y el Zorro.
Aunque se pretenda vender como una película para niños, presentándola con doblaje y con una atractiva presentación para los pequeños, lo cierto es que les resultará complicado entender a qué se refieren a alguien que es diferente, o por qué el orejón estelar se embarca en empresas tan peligrosas como las que desencadenan el conflicto.
Anderson triunfa con Señor Zorro y confirma que con una buena idea, y un guión bien escrito se pueden hacer maravillas.