Walter Mitty vive en un universo paralelo. Es un hombre aquejado de pobre diablismo que sobrelleva una existencia mediocre.
Pero nadie sabe que este hombre tiene una intensa vida interior. Su alma grita, sin que nadie la escuche, desesperada por revelarse. Walter tiene mucho que aportar al mundo, pero no encuentra oportunidad para mostrar sus cualidades.
Hasta que el destino lo lleva a una encrucijada y lo obliga a saltar al vacío.
Remake de la historia protagonizada en 1947 por Danny Kaye, la reinvención de Walter, elaborada por el director y estrella Ben Stiller aproxima a las nuevas generaciones a un clásico que aún brilla por su originalidad, con un personaje entrañable.
Aquella cinta de Kaye era ingenua, acorde a los tiempos de mediados del siglo pasado, pero soberbiamente interpretada. Esta nueva versión tiene toda la marca de Stiller: es grande, divertida, bien escrita y con una intención moralizante.
La comedia familiar se actualiza. Se incorpora a la trama, como un elemento trascendente, el uso de las redes sociales y muestra, como escenario del drama, la revista Life, en el centro del mundo periodístico.
Ahí trabaja Mitty, como un discreto negativero, que durante más de una década ha desempeñado el trabajo con sobria dedicación y eficiencia. Es el oficinista cliché, servicial, eficiente y apocado. Todos los días ve a una atractiva trabajadora de contabilidad, interpretada por la emergente Kristen Wiig que aquí hace un papel bastante contenido de chica discreta.
El empleado se fuga constantemente de la realidad, en odiseas donde es acompañado por su interés afectivo. Es como un anodino Psicópata Americano, que se enreda en tramas de realidad virtual en los momentos menos esperados. El escapismo lo mete en problemas y lo somete al escarnio.
En verdad está ansioso por vivir, ser alguien, tirar esa vida aburrida y ser el personaje real de sus proyecciones. Stiller, a través del guión original de Steve Conrad, invita a los ciudadanos anónimos a emprender el vuelo, a inconformarse con sus apáticas rutinas, a ser hombres de acción.
Un día, el hombre debe encontrar un negativo crucial para una publicación y para ello emprende una jornada a través del mundo para encontrarlo. Aunque parece que vive en otra de sus fantasías, por vez primera se encuentra en el centro de sus anhelos, dando brazadas entre tiburones, escalando montañas, atravesando desiertos. ¡Y todo es real!
La lección de superación personal está presente. El curso de autoayuda es muy atractivo con Stiller como figura ejemplar.
La necesidad le dio a Mitty ese golpe de inspiración que necesitaba para dar el primer paso hacia el misterio y pasar por una serie de peripecias imposibles, que pudieron materializarse por su determinación.
Desafortunadamente, La vida secreta de Walter Mitty ofrece muy poco, más allá que el llamado a la aventura. La película de gran presupuesto, con escenarios reales alrededor del mundo, es como una carísima extravagancia que adolece de contenido.
La falta de riesgo hace que la travesía del personaje sea sólo una contemplación de bellos paisajes exóticos, como las fotografías de Life, cortesía del cinematógrafo Stuart Dryburgh, que muestra imágenes exteriores bellísimas. El impulso que anima al oficinista es genuino y muy divertido, pero parece la fiesta de una sola persona.
El tráiler de la cinta ofrece mucho más de lo que realmente da. Mitty es un tipo simpático, pero la razón de su viaje es mucho menos interesante que el panorama.
Aparecen, en pequeños papeles, sus majestades Shirley McLaine y Sean Penn.
A diferencia de aquella cinta antecesora, donde el personaje se metía en líos cada vez más complicados, en esta el personaje solo se traslada.
La vida secreta de Walter Mitty es una gran producción para poca película.
Se quedó muy corta en su propósito cinematográfico, aunque es una buena inyección de ánimo.