
El capitán Jack Sparrow es irresistible y encantador, pero muy predecible.
En Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas, la cuarta entrega de la serie, el simpático filibustero se involucra en nuevas aventuras en tierras exóticas, enfrentando a nuevos enemigos y aliándose con otros ya conocidos.
Aunque no hay nada nuevo en el viaje del capitán Sparrow, el personaje se ve fresco y dinámico y es tan bueno que podría embarcarse en nuevas travesías hasta el infinito, sin tener que cambiar su acento aguardentoso y sus harapos de batalla.
El bandolero sigue aquí la misma ruta de las precuelas: tiene un conflicto amoroso irresuelto, participa en montones de batallas, se enfrenta el sólo contra ejércitos de tontos enemigos, se enfrasca en duelos de espadas (infaltablemente) haciendo actos de equilibrismo, y se involucra en un súper espectacular desenlace.
La fórmula le ha resultado infalible al concepto.
Las películas de los Piratas del Caribe demuestran ser un divertido parque temático, lleno de atractivos, misterios, subidas y bajadas, en el que todos quisieran estar.
En este episodio, el capitán busca la fuente de la eterna juventud, que ya había encontrado el conquistador Ponce de León y para ello tiene que emprender una larga travesía en la que se topan con míticas sirenas, de las que se desprende una subtrama que le da sustento emocional a la historia.
Con una excesiva duración de casi dos horas 20 minutos, Piratas del Caribe 4 tiene una larga presentación en la que pasa muy poco. El capitán Sparrow prepara su agitado viaje y presenta a sus amigos, entre ellos Penélope Cruz, que luce, por lo general, sensual y emotiva, pero que aquí se ve desaliñada y adormecida, quizá por efectos del embarazo. La española se ve muy por debajo de su estándar y aunque parecía bien seleccionada en el papel, al final hace un trabajo sin decoro.
Afortunadamente, siempre está a la orden Geoffrey Rush, el estupendo capitán Barbosa, que se roba las escenas y por momentos arroja por la borda al protagonista. El fantasmagórico Némesis de Sparrow demuestra que es indispensable en las aventuras.
Para cumplir la misión deben hacer equipo y juntos crean los mejores momentos de la cinta, comportándose como un viejo matrimonio, riñendo a gritos, pero complementándose en los momentos decisivos.
El director Rob Marshall, el responsable de los musicales Chicago y Nine, sustituye a Gore Verbinski para mantener estable la franquicia, con el mismo tono humorístico y un nivel óptimo de adrenalina, todo, en un marco de merengue empalagoso de efectos especiales sin los cuáles, pese a ello, no existiría película.
Afortunadamente, la presentación es extremadamente sencilla, para entendimiento de todo el público, a diferencia de la tercera entrega, En el fin del Mundo, demasiado conceptual, simbólica y retorcida que dejó como regusto único, las escenas de acción bien coreografiadas.
Al final esta cuarta entrega de la redituable franquicia recibe un puntaje ganador. La evidencia mayor de su triunfo es que al final, nadie extrañó a Orlando Bloom y Keira Knightley.
Y claro, ya se prepara la quinta parte de la serie.