
Comparar la cinta mexicana Pobres Divas con la angloamericana Sensatez y Sentimientos, es chocante, pero necesario.
La novela clásica de Jean Austin es ubicada en un forzado entorno latino con resultados irregulares.
La adaptación que dirige el debutante Antonio Gracia no es de la novela, sino de la película homónima de esta que en 1995 protagonizaron Emma Thompson, Kate Winslet, Hugh Grant y Alan Rickman, bajo la realización de Ang Lee.
Filmada parcialmente en Monterrey, la comedia romántica que presenta muy escaso drama, relata el ascenso y caída de dos hermanas llenas de glamour la bella y limitada Camilla Belle, que coprotagonizó 10,000 AC, y Alexa Vega, la heroína de la serie infantil Spy Kids, ya convertida en mujer.
La chicas Domínguez, huérfanas de madre, se muestran avergonzadas de sus raíces mexicanas. Viven en una burbuja de glamour y desenfado a la sombra de su padre, hasta que un día, como ya se sabe, la vida les da un golpe de realidad y las envía directo a la pobreza y el desamparo.
Vivían en Beverly Hills y tienen que mudarse al barrio bravo de East LA.
Ahí enfrentan un mundo nuevo en el que se percatan de su inutilidad y de la necesidad de re adaptarse a las nuevas circunstancias.
Los paralelos son inevitables e inmediatos. Los que ya observaron la obra maestra de Lee, encontrarán similitudes que mueven a la risa involuntaria.
De Pobres Divas a Sensatez y Sentimiento, Belle es Thompson, Vega es Winslet, Nicholas D’Agosto es Grant, y Wilmer Valderrama es Rickman, todos con sus respectivas variaciones pero muy bien representados con sus pares.
Pero los problemas surgen por todos lados y la comedia mexicana, en su intento por equipararse con su antecesora, busca copiarle escenas completas, con su respectiva adaptación, pero la magia de la hollywoodense no aparece en esta recreación fallida que abusa de los estereotipos y de la caricaturización de los personajes dentro de su choque cultural.
Belle se supone que representa la sensatez, pero solo la proyecta a través de su anteojos con las que la producción pretende intelectualizarla. Vega es el sentimiento, pero parece más una buscona que encuentra refugio en Kuno Becker, un inesperado Willoughby, de la versión de Lee.
Todo, en este remake estilizado es repetido y deteriorado, con un giro que podría resultar atractivo sólo por la atrevida propuesta de llevar a Jane Austen a este lado de la frontera y con una temática propia de telenovela de barrio chicano.
Cuando llega el predecible final, no sólo por el antecedente de la película previa, sino por la obviedad de su manejo en la historia, uno termina como espectador preguntándose si era necesario hacer un trabajo casi de sacrilegio, transformando una obra de arte de los 90, en una película de evasión para un público adolescente.
Desde el título en inglés, se supone que el joven que viste ropa tipo Prada, alcanza las cumbres sociales más elevadas y sin ellas es nada, una idea que remite a una idea familiar, pero poco aleccionadora.
Se ha dicho que una historia siempre será una buena historia. Pero es indispensable saber relatarla.