En su esfuerzo por encontrar la originalidad, Disney tocó uno de sus extremos en Gnomeo y Julieta al presentar una aventura con personajes de barro, en el escenario de dos jardines que se comunican.
El clásico de Shakespeare es representado por enésima ocasión, con una singular versión que se aparta, en formato, de todas las anteriores pero que, aún así, sigue siendo difícilmente accesible para un público infantil.
En una época donde son presentadas maravillas interestelares como Wall-E, o refinamientos tecnológicos como los de Shrek, a los pequeños puede no resultarles tan atractivo el mundo de los gnomos en su personalidad de piezas rígidas colocadas en un jardín.
La aportación de Elton John, que la aproxima a un musical sobre el genio del pop inglés, la desapega aún más de los niños y la aproxima al público adulto, que es el único que va a entender las bromas sobre la personalidad del músico y los frecuentes números musicales que presenta.
Gnomeo y Julieta, toma refacciones de otras películas, la principal de ellas es el recurso de la animación de los monos que permanecen inertes cuando nadie los ve y cobran vida en la soledad de su aparentemente aburrida existencia en los confines de sus jardines.
Claro, la idea original, que alcanzó el grado de escandalosa genialidad en tres entregas tiene la forma de origen de Toy Story que patentó una idea que ya ha sido visitada muchas veces por los fabuladores, pero que nunca había sido llevada al cine con similar maestría.
El cuento de Romeo y Julieta, la más grande historia de amor jamás contada, que aquí se adapta para los pequeños seres que adornan el frente de las casas de vecinos peleados, los Capuleto y los Montesco.
Por si es necesario explicarlo, la historia transcurre en Inglaterra: los amantes forman parte de las familias reñidas a muerte, se conocen por accidente, se enamoran y se involucran en acciones que los obligan a tomar partido entre su intensa pasión y la lealtad al clan.
En esta versión animada, muy parecida en su look a Shrek, los enamorados enfrentan numerosos escollos que deben sortear. Pero la historia tiene un pequeño exceso de Elton John, quien es, casualmente, su productor ejecutivo. Los pequeños cinéfilos pueden encontrar inexplicables algunas de las canciones y las interpretaciones que refieren a un ícono inglés del que sólo tienen noción los mayores.
La presentación de la estatua parlante del escritor es un exceso que aporta más humor para los adultos.
Papás, despreocúpense. Los guionistas atropellaron el final conocido. Disney no se va a dar un tiro en el pie. Los gnomos viven felices para siempre y aún en los momentos finales de la película, todo se compone para borrar cualquier rastro de tragedia.