
El Transportador 3 se recicla en su propia fórmula que repite las rutinas de las dos entregas anteriores que son, básicamente, las de un experto conductor de autos, artemarcialista invencible, que se involucra en una misión extremadamente riesgosa y de la que debe de salir aniquilando hordas de tipos malos y conduciendo a exceso de velocidad coches alterados.
Al productor y guionista Luc Besson no le interesa, por supuesto, la formalidad de la trama, ni la respuesta de los críticos. Con honestidad cinematográfica presenta una película hecha para la evasión y para un público nada exigente que gusta de ver elaboradas secuencias de acción.
Estupenda en su costosa producción, pero deplorable en su propuesta argumental, la cinta es una procesión de autos volcados y envueltos en llamas en momentos que ponen a prueba la sagacidad del protagonista.
Jason Statham, como héroe de acción, es una suerte de Jason Bourne pero en su versión popular. Despreocupado, resuelve todos los misterios y sortea todas las trampas que se le presentan, cada una más excéntrica e ingeniosa que la anterior.
En esta cinta, Statham es el transportador en cuestión, que debe entregar una hermosa chica en un punto de Europa que lo lleva a pasar por varias fronteras. En el camino, la pareja que se odia termina congeniando y los chicos malos reciben puntualmente su merecido castigo.
Era totalmente prescindible la escena de amor, pero parece que los productores la incluyeron para que la película cumpliera con todos los requerimientos del género.
Statham se ve en su elemento como héroe de acción al que se le exige una reducidísima aportación histriónica. Muestra su excelente estatura atlética y exhibe un bien esculpido físico para hacer proezas acrobáticas mientras el mundo está a punto de colapsarse.
No hay sorpresas, ni giros sorpresivos. La inverosimilitud de la historia la condena a su intrascendencia y a su destino palomero. Su falta de originalidad mueve a pensar que sus pericias pueden ser mejor emuladas por Jet Li, y su talante de tipo duro ya lo presentó hace muchos años Silvestre Stallone.
Como es la costumbre en la serie, los verdaderos estrellas son los dobles de acción que soportan severas contusiones, y los dobles al volante que hacen proezas riesgosas en las que, desafortunadamente, sus nombres permanecen en el anonimato.
Los policías, claro, nunca se aparecen para detener al cafre, al que deberían suspenderle la licencia de por vida.
El Transportador 3 es cine hueco y divertido.