Siete Almas, el nuevo vehículo protagónico de Will Smith, es tan largo como intrascendente.
Con un ensamble de situaciones que remiten de inmediato a dramas como 21 Gramos o Alto Impacto, la cinta relata los esfuerzos de un hombre misterioso que debe ayudarle a siete desconocidos a resolver sus vidas.
No se sabe nada del tipo, sólo que, por una extraña razón que permanece oscura la mayor parte del tiempo de la historia, siente el impulso de intervenir en lo que le ocurre a esas personas, como si al hacerlo lavara una culpa o un enorme pecado.
Sólo hasta el final se sabe qué es lo que realmente desea esta especie de ángel caído y caritativo, que busca arreglar sus asuntos existenciales, ayudando a gente lastimada.
El problema con Siete Almas es que no existe un verdadero conflicto y, sin información para el espectador, el relato se vuelve desordenado y caótico. El personaje protagónico pasa, durante las dos horas, como un ser extraño, sin pasado ni futuro, y sin un objetivo fijo. Su conducta es tan irracional que mueve a la desesperación, por que no ofrece justificaciones. Este hombre de alma atormentada parece ya no tener goces y sólo espera una señal para dejar este mundo.
El tipo es millonario y muy desprendido, visita a unas personas y a otras; convive con algunas de ellas y al final toma una determinación que afectará a todos para siempre.
Pero esa determinación es tan increíble como absurda, cercana al ridículo.
Toda la película se mantiene el suspenso hasta llegar a una espectacular escena final del desenlace, que es el esperado flash back que explica todo y recompone la historia desde su inicio.
Al final queda la sensación de que el cuento pudo haberse ahorrado tantas explicaciones y que, tal vez, con un cortometraje, pudo haber resuelto el problema que podría prolongarse al infinito.
Transpirando vanidad, como lo hace en la mayoría de sus películas, el taquillero afroamericano se esfuerza infructuosamente en hacer que se vuelva inspirador este filme que busca ser cálido y humano y parece, más bien extremadamente sombrío, pesimista, frío y depresivo.
Por momentos la acción se mueve en cámara lenta y las escenas románticas son lo opuesto a lo que puede ser llamado una escena pasional erótica o simplemente sexy.
Siete Almas es para fans de Will Smith, que están dispuestos a tolerar su ego inflado y su pose de estrella taquillera, que enseña músculos y rostro, en una historia que pasa desapercibida.