Spike Jonze hizo una genialidad con Ella. Y partió de una premisa extremadamente sencilla: un hombre solitario se enamora del sistema operativo de una computadora que le ayuda a organizar su vida.
El director y escritor creó un drama irresistible en base a los simples diálogos de un software inteligente, con seductora voz de mujer, y un desesperanzado rotulador de tarjetas de felicitación, que encuentra un luminoso renacimiento en esa abstracta relación.
Jonze hace una bella reinvención del hombre enamorado de la lejana estrella, al unir a un tipo ordinario con una quimera cibernética. La baja autoestima del protagonista es evidente, pero encuentra, en ese ser incorpóreo, que lo guía para organizar su vida .
La cinta ofrece una crítica abierta hacia la adicción que provocan los gadgets y los sistemas. En una época de explosión descontrolada de redes sociales y dispositivos electrónicos recreativos, que han sustituido la interacción personal, rebaja su propia vida a un nivel virtual.
El tratamiento de la historia, en un escenario de ciencia ficción, permite que se trivialicen los encuentros humano-máquina. De esta forma, abundan romances y cortejos con entidades computacionales, y se permite una interacción social de las parejas como tales.
Aporta un vistazo hacia el futuro, sobre cómo pueden ser las relaciones, con desapegos extremos.
El tipo deja de ser él mismo para convertirse en un holograma, un fantasma, presencia incorpórea para emparejarse con esa voz que lo llama, lo convoca, lo embelesa y que hasta lo seduce en una sorprendente representación de erotismo inducido desde los más truculentos espacios de la imaginación de alguien que está dispuesto a creer y amar.
Phoenix explora una caracterización sin precedentes, y lo hace en un sentido magistral. Él es la representación misma de un ser necesitado de un asidero espiritual. Hay quienes voltean hacia Dios. Este pobre hombre, de tiernos sentimientos e inocencia conmovedora, voltea hacia la voz que le habla y con la que lentamente se compenetra, hasta sentirla una parte de sí.
Scarlett Johansson aporta una voz aterciopelada que promete abismales placeres. La chica incorpórea se manifiesta desde el éter y puede ser agradable, compasiva, empática. Lo que cualquier hombre desea de una mujer.
Sin embargo, el verdadero estrella es el mismo Jonze. Elaboró un guión que parecía imposible. Hasta ahora, Charlie Kaufman había conseguido escribir cintas brillantes e imposibles de describir, como el ladrón de Orquídeas o ¿Quieres ser John Malkovick?
La de Jonze, ahora, es fácilmente explicable, pero su concepción parece un milagro, por su tratamiento inteligente y sensible. Consigue hacer verosímil esta aventura amorosa, mostrando sus progresiones hasta convertirla en un romance verdadero, mucho más intenso que otros que se materializan entre personas de carne y hueso.
Aunque hay una alegría luminosa en el enamorado, la historia es triste y remite a una necesidad desesperada por vivir. El hombre ha fracasado al posicionarse como un ser humano atractivo en un mundo que no lo necesita. Jonze hace que el tipo se sienta expansivo en esta sensación de enamoramiento que parece imposible y con una sola salida que resulta desoladora.
Los futurólogos han supuesto como un hecho inevitable que algún día las máquinas sustituirían a las personas. HAL 9000 se convirtió en una máquina homicida cuando supuso que en el espacio la misión para la que fue creado necesitaba sacrificios.
Pero nadie había oteado el porvenir a de la manera en que lo propone Jonze. Podrían ser creados juguetes humanoides para la sensualidad, pero no habían supuesto que un tono de voz, con inteligencia autónoma, consiguiera lo imposible: provocar el surgimiento del amor.