Con Enemigos Intimos Fernando Seriñana tiene la oportunidad de hacer un drama intenso sobre los conflictos de las relaciones interpersonales y las vueltas que da la vida.
Sin embargo, como es su costumbre, sucumbe a la tentación de sacrificar fondo por forma.
El resultado es una cinta irregular de buena manufactura técnica, que inicia con fuerza, pero que se diluye, al final, en un drama de telenovela.
Enemigos Intimos aborda varias historias, de las cuáles todas, menos una, son suprimibles. El eje es el cuarto del hospital. Un hombre joven, triunfador y desdeñoso, se encuentra con que tiene una enfermedad terminal, lo que le hace cambiar su actitud frente a la vida. Nunca se dio cuenta de las necesidades de su esposa y los dramas de esta; procedente de una familia disfuncional, tiene un hermano adicto y una madre que vive acomplejada por la juventud de la nueva novia de su ex marido.
Pero también está otro drama, el de una chavita, compañera de habitación del enfermo, quien –se muestra en flash back– tuvo un síncope, luego de llevar una vida de disipación.
Seriñana escribió un ensamble de tragedias como el retrato de una sociedad moralmente enferma, sin espiritualidad y sin valores.
Destaca, dentro de todo el producto, la actuación de Demián Bichir. Estupendo como actor, pero sin haber conseguido, hasta ahora, algún gran papel en su dilatada trayectoria, se enfrenta a lo que puede ser el mayor reto de su carrera. Interpreta a un joven ejecutivo, un perfecto cretino con dinero, que observa su entorno con desprecio, hasta que la vida le da una lección.
Sometiéndose a las exigencias de su papel, Bichir demuestra un genuino amor por el arte cinematográfico y se transforma para convertirse en un enfermo terminal, en una sorprendente caracterización que lo enaltece como histrión.
Su transformación espiritual va a aparejada a la de su físico, que comienza a sufrir los estragos de la enfermedad, transformándolo en un ser decrépito, pero cada vez más consciente de su propio fin.
En cambio, Ximena Sariñana insiste en su rol de vampiresa adolescente, con la venia de su señor director padre, que se empeña en presentarla en papeles que no corresponden a su edad.
Como lo ha hecho en otros trabajos, la chiquilla aquí hace un semidesnudo, tiene relaciones y vuelve al papel de la chavita precoz. Es buena actriz, pero se esfuerza demasiado por posicionarse como Lolita sensual y atrevida.
La historia de Ximena es prescindible, así como las del drogadicto, la madre que toma inspiración de su tristeza y la enfermera discapacitada, que busca eludir los asedios lúbricos de su galán.
Fernando Seriñana se queda corto, de nuevo, y vuelve a hacer una película dañada por su propia superficialidad, como es su costumbre, con producciones como Niñas Mal y Amar te Duele, donde la constante es que hay buenos actores, dentro de historias flacas.