
La gran sorpresa de Wall-E es la economía de palabras que son utilizadas para contar la historia. Prácticamente no hay diálogos. El protagónico tiene un reducido lenguaje que se resume en un par de expresiones.
Pero el guión hace que, con sus simples acciones, sea narrada una anécdota fantástica para chicos y grandes, más allá de la imaginación.
Los genios de Pixar lograron una proeza: humanizar máquinas sin facciones. Wall-E es un robot de modelo antiguo, el último sobre la Tierra en un futuro muy lejano. Tiene banda doble de tracción para desplazarse, brazos mecánicos, una caja compactadora que sirve como tronco y un par de ojos como binoculares. También tiene razonamientos lógicos y un corazón que, increíblemente, es receptor de estímulos como la atracción y el amor.
Con sus ojazos cristalinos, el autómata puede expresar precisamente emociones humanas como curiosidad, miedo, alegría y tristeza.
Wall-E es un robot solitario que tiene como misión eterna limpiar la Tierra, que desde hace muchos años dejó de ser habitada y se volvió una gigantesca ruina por la contaminación.
La vida del melancólico animatrón es interrumpida un día en el que llega una robot, Eva, que se encarga de explorar el planeta en busca de vida. Este personaje es tremendamente atractivo y, por momentos, supera al protagónico. Mucho más moderna, primero rechaza a Wall-E, pero luego congenia con él hasta que se percata de que se siente robóticamente atraída.
Eva tiene arranques de violencia y algo de lo que carecen numerosos personajes: actitud. Es reactiva y con impulsos hacia la acción. Y en el momento decisivo hace equipo con Wall-E para salvar la Tierra.
Así, entre los robots surge una historia de amor y esperanza que es, paradójicamente, muy humana.
La película es una mezcla de ET con 2001: Odisea del Espacio, y con un mensaje ecológico.
Paralelamente a la historia de los robots, se desarrolla otra, secundaria, con la que se entrelaza al final.
En el océano sideral navega la población de la Tierra que se ha hecho sedentaria a causa de la eficiente asistencia de las máquinas. Todos los humanos son ridículamente obesos, porque hasta para comunicarse de frente, chatean por computadora. La nave que los lleva es controlada por una megacomputadora que hace referencia directa al malvado HAL-9000 y que tiene una variación de comportamiento muy similar.
Se contraponen, aquí, dos aspectos de un mismo problema, las máquinas como enemigas del hombre, al darles un protagonismo en la vida cotidiana que pueden desplazarlos y gobernar la Tierra. Pero también están las máquinas como excelentes auxiliares que puede, incluso, salvarlo todo con su inspiración mecánica.
Wall-E es una joya de la animación, con una bella historia de amor entre dos seres opuestamente diferentes –él, viejo y descontinuado; ella, joven y moderna– que se encuentran en la enorme vastedad del universo y se complementan por razones que son tan inexplicables como el amor mismo.
Es insoportablemente conmovedor escuchar a la pobre Eva, con su voz electrónica, preguntar angustiada por Wall-E, que se encuentra en peligro extremo.
Esta producción refresca la manera de contar historias y presenta nuevos personajes que perdurarán en el gusto del público.