
Desde las profundidades de la libido, el director Steve McQueen presenta su perturbadora cinta Shame: Deseos culpables, una exhibición despiadada de un erotómano y su vida vacía.
El vistazo cinematográfico, con apuntes de estudio freudiano del comportamiento animal frente a la necesidad de la complacencia, es un espejo para el perturbado protagonista: le gusta observar y ser exhibido. Lo mismo le ocurre a él en la película por obra del perverso McQueen que le revierte su propia fantasía. Observa y es observado por el espectador que puede seguir horrorizado o fascinado su secreta obsesión.
Shame merece el escándalo que la precede. Es una película que irrumpe como una pequeña propuesta independiente de origen provocador. Lejos de ser una obra de arte, es una pequeña pieza con una gran vitalidad, que se concentra en un aspecto poco explorado de la sociedad moderna, como es la doble vida de los enfermos de pornografía.
El tipo busca el goce a todas horas. Es un gimnasta entusiasta de la autocomplacencia. A todas horas y en todo lugar busca una descarga. Su pasatiempo son los encuentros casuales, sin medir las consecuencias y sin especular en precauciones.
Es un tipo inteligente, pero con un incómodo desorden que le impide llevar una vida normal. Sabe que hay una desviación en su conducta, pero no puede remediarla. Y parece que no quiere.
Michael Fassbender, entró al cine comercial con X Men: Primera Generación, como el malvado Magneto en sus primeros años. De antihéroe de acción, coprotagonista de una cinta juvenil de aventuras, da el gran salto hacia el set independiente, donde se desenvuelve con absoluta soltura y en la que puede expresarse en su completa dimensión de gran actor.
El alemán ofrece una gran interpretación de este personaje emparentado con Psicópata Americano que también llevó con acierto Christian Bale en los 90. Con una disposición completa a subordinarse al papel de un ser mentalmente deforme, se exhibe como el atormentado pornófilo que busca oscuridad para huir de su realidad lo que, como demuestra la historia, lo lleva a estados cada vez más angustiosos.
Carey Mulligan es su contraparte femenina. Ella es la hermana ausente que un día regresa buscando cobijo. Son ellos como un viejo matrimonio en constante crisis, que confirma su anómala formación moral. Más que una relación filial la de ellos es una convivencia de pareja, que insinúa un pasado incestuoso, o, por lo menos una familiaridad más cercana que la socialmente aceptada.
Ellos se encuentran en el departamento de él donde puede cumplir sus fantasías eróticas con medios de comunicación como el simple teléfono o el Internet que lo llevan a paraísos virtuales o que lo aproximan, con una llamada, al servicio de servidoras que le dan consuelo instantáneo por unos dólares.
Así, la relación no puede prolongarse hasta el infinito. Fassbender se encuentra atrapado en un inesperado callejón que le impide continuar con sus extravíos nocturnos. Por eso manifiesta su animadversión a Mulligan, siempre atormentada, con un gesto permanente de dolor interno y desolación, al punto de manifestarle un rechazo que ella, de reducido equilibrio emocional, puede tomar como un empujón hacia el vacío.
Los diálogos son escasos. En un entorno guiado por la sensualidad, las palabras sobran. Él charla poco. Las conversaciones le aburren. Le gusta la acción, los acostones, las humedades, el contacto con otro cuerpo para sentirse vivo y evitar la búsqueda del sosiego espiritual que no llega.
La transformación necesaria llega como una catarsis en medio de un ensayo de autoinmolación. Es imposible continuar con una vida metódicamente vacía, propone McQueen como conseja, al reprochar la conducta del individuo que no consigue llenar el vacío existencial con sensaciones.
Lo mejor de la película es la libre interpretación de Fassbender del hombre perturbado. La tremenda actuación obliga a mantener fija la vista en él, involucrado en juegos obscenos y en bacanales expuestos con asombrosa claridad que, más que a excitación, mueven a la compasión de la pobre alma de ese tipo que va por la vida dando pena.
Shame es el estudio de una vida vacía que quiere ser llenada, inútilmente, con el placer de la carne.