
Tom Hanks y Julia Roberts, dos dioses del celuloide, se reúnen en “El amor llama dos veces”, una comedia romántica sorprendentemente superficial y tristemente decepcionante.
Hanks dirige aquí su segunda cinta, “Eso que tú Haces” de 1996, que también realizó y escribió y que tuvo una discreta acogida en la crítica.
Ahora elabora también el guión junto con Nia Vardalos, la que ganó el Oscar por el libreto de “Casarse está en Griego” y que nunca volvió a apuntarse otro hit como ese de la pandilla helénica en Estados Unidos.
“El amor llama dos veces” es desconcertante de origen por conjugar grandes nombres en una anécdota trillada, pletórica de clichés y subactuada por estos dos histriones consagrados, que acostumbran convertir en oro prácticamente cualquier producción que bendicen con su taquillera presencia.
Es tan deficiente que se aproxima al desastre.
La historia extremadamente pulcra aborda la cursilería. Un empleado es despedido porque carece de grados académicos. Para recomponer su vida solitaria decide ingresar a la escuela, donde encontrará un nuevo sentido a todo, redimirá algunas almas y además tendrá un inesperado encuentro con su maestra, Julia Roberts, una mujer involucrada en un matrimonio fracasado.
Los personajes son caricaturescos. Hanks repite, en un escenario diferente, las rutinas de cavernícola urbano que hizo en La Terminal, donde el extranjero quedaba atrapado en el aeropuerto, aprendiendo usos y costumbres de América. Ahora, se queda atorado en la universidad de una manera tan inverosímil que no provoca ternura sino compasión.
Hanks está ridículamente desorientado en su nuevo ambiente, en el ya conocido papel del pez fuera del agua. Rodeado de adolescentes, parece que el banco le queda chico. Es una variación de la ya viejísima anécdota del vejestorio que es forzado a regresar al aula, una fórmula tan conocida como gastada.
Su contraparte es la Roberts, una maestra amargada, con una relación fallida y que ni siquiera quiere ser maestra. La ex mujer bonita parece que participa en un ejercicio de actuación. Desmotivada, pusilánime a cuadro, desluce y arrastra junto a ella a toda la producción.
Hanks y Roberts evidencian aquí una falta de respeto a su oficio. Parece que no querían estar en ella. Esta historia bien pudo haber sido presentada en una episódica comedia de televisión. Con duración de una hora, pudo haber mostrado todo lo que pretendieron hacer en una larga producción que tiene nudos tan endebles que terminan por desatarse solos y sin consecuencias.
No se sabe y no se ve en qué momento surge la pasión entre los dos adultos solitarios que van por la vida buscando cariño, hasta que los astros se alinean de una manera tan poco probable que deja muchas dudas sobre la capacidad de los guionistas para resolver casualidades.
El tono rosa hace pensar en una historia edulcorada de filosofía positiva, donde el amor, que surge en cualquier momento, es la respuesta a cualquier adversidad existencial.
Tom Hanks es un excelente actor, pero debería dedicarse a mostrar sus talentos frente a la cámara y no detrás de ella, porque no es honesto que venda un producto de tan escasa calidad presentando su nombre y el de Roberts como gancho.