
Hidalgo: la Historia Jamás Contada supone el relato prohibido del Padre de la Patria, el cura que inspiró una nación.
En plena efervescencia patriótica de la celebración del Bicentenario de México, el director Antonio Serrano se propuso bajar del altar a Miguel Hidalgo y Costilla, para desmitificarlo y presentar al mundo las debilidades del héroe, las flaquezas del humano, los yerros del prócer.
Lo que se muestra es una parte muy breve de su vida que no resuelve el misterio. El Hidalgo de Serrano es como un Marqués de Sade ultralight, lleno de contradicciones y dudas, jugador, pendenciero y hasta cobarde.
Ya se sabía que el cura guanajuatense era un libertino. (Algunos biógrafos han dicho que es el padre de la patria por la numerosa prole que tuvo.) Serrano se encarga de hacer algunas precisiones sobre sus deslices y sus mujeres.
Sin embargo, lo que el director presenta y que es de lo que realmente se encarga toda la película, es Hidalgo apasionado por el teatro.
Aunque se presenta escandalosamente como la historia jamás contada y se vende engañosamente como la gran épica del sacerdote que inició el levantamiento armado contra la opresión y la tiranía españolas, en verdad es una producción de medianas proporciones que relata un breve pasaje de la vida del futuro héroe.
Serrano ha revelado que su película es una ficción de Miguel Hidalgo. Pues si pudo recomponer, para efectos dramáticos, pasajes de la historia patria, seguramente pudo haber rehecho algunas anécdotas para mostrarlas más entretenidas, con más emoción.
La anécdota que se cuenta es la preparación y presentación de una obra de teatro de Moliére, a través de la cual se revela su verdadero carácter disipado, su desapego por la religión que profesaba como cura y su simpatía por las causas justas.
Tal vez porque era intrascendente no se contaba esa historia que, de acuerdo al eslogan promocional, había permanecido siempre velada.
Demian Bichir hace una interpretación de un Hidalgo bufón, poco expresiva y hasta, por momentos, somnolienta. Parece que en su intención de destruir su aura, Bichir hace el retrato de un tipo debilucho de un hombre que, su supone, estaba cargado de energía.
Desbraguetado, con ideas hippies, crea en su casa una pequeña Francia, como le decían a su hogar, ocupado por una comuna licenciosa de parientes que vivían en la francachela con él embriagándose, fornicando, tocando música y preparando su puesta en escena.
El, seguramente, se divertía en grande, mucho más que los cinéfilos que tuvieron que ver esa parte de su vida, 200 años después.
El guión escrito por Leo Mendoza inicia con la presentación del cura sus últimos días, encerrado en Chihuahua, excomulgado, deprimido y derrotado, después de que la primera insurrección fuera ahogada casi desde su inicio.
A punto de ser llevado al paredón, el calvo religioso es un paria, humillado y apaleado por sus opresores.
Luego, el relato salta a sus días juveniles, a su madurez y sus momentos como académico y su posterior destierro de las aulas, por sus ideas liberales.
Aunque vivía enfiestado, el Hidalgo de Serrano fue siempre una víctima que optó por mantenerse siempre del lado de la justicia, del pueblo, de los oprimidos. Creció perseguido y murió perseguido por sus ideales. Parece que los mejores momentos los vivió con su comuna, antes de conocer a Ignacio Allende y emprender la revuelta libertaria.
Entre los amigos con los que cohabitaban figuran reconocidos actores como Cecilia Suárez, Miguel Rodarte. Se les une Ana de la Reguera, que hace una aportación erótico-sensual al drama, y es un detonante para la exacerbada carnalidad, nunca contenida, del cura.
Todo en Hidalgo: la Historia Jamás contada, luce superficial. Aunque está bien documentada, la anécdota se centra en una parte muy pequeña e intrascendente en la vida del héroe quien al final, parece que se lamenta por haberse involucrado en esa aventura independentista de la que ni estaba convencido, y de la que no alcanzó a ver su feliz consumación, diez años después.
Ya se conoce el destino martirizado del sacerdote. La historia se ha encargado de decir cómo pereció y las circunstancias políticas que rodearon su muerte.
Dentro de las películas que proliferan en ocasión del festejo patrio esta es, por mucho, la menos lograda.
Serrano tal vez debió ocuparse en producirla directamente para el teatro, en lugar de buscar este pretencioso retrato intimista y poco relevante del Padre de la Patria.