Reyes de la Calle recorre la misma senda de Los Angeles al Desnudo. James Ellroy es el escritor de las dos novelas. El literato, aclamado por sus éxitos de novela negra, presenta historias de uniformados corruptos, un policía de turbio pasado, líos amorosos sin resolver, personajes que se mueven entre el bien y el mal y un anhelo de justicia por mano propia. Las dos cintas visitan todos los convencionalismos del género.
Aunque como películas ambas son cercanas en temática, no lo son en tratamiento. El guionista David Ayer, metido a director, crea un thriller de policías corruptos con intención de procesar para consumo popular –a diferencia de la otra, que es mejor, aunque más intrincada– una historia que podría pasar como compleja pero que aquí, gracias a un guión suave, se convierte en una trama accesible para todos.
La mirada sobre la corporación angelina revela a un grupo de pistoleros con placa que se desenvuelven con cinismo en la sociedad. Son tan libertinos en su ocupación de cuidar el orden que hasta pareciera que juegan a ser matones. Pero son tan serios como una bala en el corazón.
Reeves es un brutal policía, que acostumbra hacerse justicia donde la ley no alcanza. Su trabajo de oficial vigilante le genera problemas con sus compañeros, hasta que un día se ve involucrado en un crimen que no cometió y para aclararlo, deberá de buscar donde no debe.
Reeves regresa en buena forma con esta cinta. Se ajusta muy bien al personaje de basura blanca, una especie de máquina asesina que tiene como objetivo la escoria que nunca es presentada ante los tribunales. Regular como actor, permanentemente inexpresivo, aunque taquillero y siempre rodeado de su aura de mega estrella de la industria, desarrolla una actuación decorosa, por encima de su bajo nivel.
En torno a él ronda una fraternidad de agentes corruptos interpretados por Whitaker, Jay Mohr y John Corbet.
Uno de los grandes aciertos de la historia es el manejo de la ambigüedad moral de los policías. Bien avanzada la película no se sabe quienes son buenos y malos. Reeves camina en el filo de la ley y su personaje es tan plausible como odioso. Igual sus compañeros que se permiten pequeñas licencias para actuar, sabedores de que, como policías, son prácticamente intocables.
La tabasqueña Martha Higareda tiene un pequeño papel que desarrolla con decoro, como la novia de Reeves. Hace un buen debut en Hollywood.
Reyes de la Calle es una buena película sobre los caminos torcidos de la legalidad y el orden. Es entretenida, tiene buenos momentos de acción y su trama supera, con mucho, los rollos comerciales que abundan en cartelera.
Ayer –guinoista de SWAT– optó por trabajar sobre una obra de literatura comercial de un maestro como Ellroy, en lugar de hacer uno de sus numerosos guiones rutinarios de acción.