Russell Crowe protagoniza Secretos del Poder, un drama inverosímil de periodistas y su lucha permanente por desenmascarar la corrupción.
En esta cinta de alto presupuesto, el personaje del reportero es creíble, no así las situaciones por las que pasa para llegar hasta su verdad.
Ubicada en Washington, en el centro neurálgico de la política mundial, el drama hace una emocionante combinación de poder y periodismo, los dos extremos del juego noticioso, con bandos que se repelen y se atraen. El informador y el funcionario se necesitan y se rechazan simultáneamente, en una fascinante simbiosis que ha sido motivo de numerosas películas.
En este caso, Crowe es un periodista de alto perfil, bien conectado entre los círculos del poder. Se avoca a investigar el caso de un par de chicos asesinados. En el camino se encuentra con una entrometida y eficiente aspirante a periodista, Rachel McAdams, encargada del blog del diario.
La chica comienza a aportar información valiosa al veterano y juntos emprenden una búsqueda implacable por conseguir la verdad. Está involucrado un diputado, excelentemente interpretado por Ben Affleck, que tiene una relación de amistad con el reportero, con el que tuvo también, en el pasado, una coincidencia afectiva.
En el camino los periodistas se encuentran con numerosos peligros y situaciones muy cinematográficas, pero alejadas de la realidad.
La cinta, en la que predomina el gris, el ambiente nublado y los lugares cerrados, es desesperanzadora. Cualquier persona está al alcance de la mafia. Los hombres poderosos deciden la vida y la muerte de cualquiera y la impunidad se adquiere con la sola cercanía de los políticos.
Crowe luce como el reportero forajido, desaliñado, solitario, bebedor y consagrado a las noticias. Vive para su oficio. Como estrella del periódico, riñe con la editora, da órdenes y contraórdenes y se manda por sí solo. Al final del día tiene permiso de tomar unos tragos de whisky en su propio escritorio.
Como buen reportero con relaciones, toda la información está al alcance de su celular. Con una llamada consigue cualquier dato y cualquier fuente. Conocedor del oficio, accede a cualquier lugar con sólo desearlo.
La sagacidad del sabueso reporteril y el empuje de la novicia hacen que comience a aflorar una verdad que es tan enredada como los entresijos del poder.
Affleck, como de costumbre, muestra su mejor faceta como intérprete, haciendo el papel de un diputado infiel, arrepentido, leal e hipócrita: las cualidades necesarias para ser un político que, se revela al final, es inesperadamente inescrupuloso.
El plan macabro de los hombres ricos, descubierto por Crowe, tiene una conexión nada infrecuente entre el dinero, la guerra y los despachos donde se promulgan las leyes. Pero su explicación en lo que deberá ser el reportaje, es enredada, y hasta confusa.
Hollywood vive fascinado con los periodistas e idealiza su quehacer, hasta el punto de deformarlo en un trabajo de superhéroes. La industria de los medios es poderosa e interesante, pero difícilmente se consigue transmitir, en pantalla, la realidad del trabajo reporteril del que, parece, los guionistas tienen un marcado desconocimiento.
En la tradición de cine político, mezclado con periodismo, Los Secretos del Poder es emocionante, pero no trasciende. Está muy por debajo de cualquier clásico como Todos los hombres del Presidente o, más recientemente, El Informante, que trascienden su vocación de vehículo de entretenimiento y se convierten en declaraciones de periodistas que confrontaron la maquinaria gubernamental y los intereses del poder pecuniario, para publicar un reportaje.