
El western Temple de Acero está hecho de personajes, no de balas.
Los hermanos Coen hicieron su propia lectura de la novela homónima de Charles Portis y resucitaron el género con un taquillazo que corresponde a los ambiciosos alcances dramáticos de la producción.
No hay nada en esta cinta que le pida prestado al clásico del mismo nombre que le dio consagración y un Oscar a John Wayne en 1969, con su personaje del duro marshall Rooster Cogburn. Ahora el mismo rol es de Jeff Bridges que guarda absoluta distancia de su predecesor. Los dos son tuertos pero, hasta eso, traen el parche en cuencas diferentes.
Un incidente rutinario en el viejo oeste detona la acción: un hombre es cobardemente asesinado por encargo y el responsable, Josh Brolin, escapa, eludiendo la acción de la justicia. Desde ese inicio, la cinta se diferencia de todas. Es una niña, preadolescente, hija de la víctima, la que se encarga de hacer que el forajido comparezca ante la ley.
Para ello contratan los servicios mercenarios del Marshall con quien emprende la salvaje odisea en la montaña y el desierto. Se une a la búsqueda otro hombre de la ley, Matt Damon, que va tras el fugitivo atraído por la recompensa.
La chica, Hailee Steinfeld, representa el rostro más puro de la equidad, con una inocencia suicida que la lleva a enfrentarse a enemigos poderosos dentro y fuera de la ley. Inteligente y determinada, demuestra una arrolladora fuerza de voluntad que la hace llegar a territorios emocionales que ni ella ni su acompañante conocían.
Ella y el marshall pistolero viven en los extremos de la vida: ella joven y el viejo; ella decente y él un barbaján. Sin embargo, en el camino entienden e intercambian formulas de existencia y sobrevivencia, hasta llegar a un entendimiento que inicialmente parecía imposible.
Los Coen desdibujan el western clásico y lo convierte en un bello contexto para el desarrollo de una odisea justiciera muy parecida a un acto de venganza, porque la chica es impulsada por un sentimiento que parece más de revancha que de ajuste de cuentas con la ley.
La universalidad de la propuesta parece propaganda de derechos humanos, para rechazar la impunidad y presentar a los malhechores frente a los tribunales mediante el empleo de los medios (casi) lícitos a la mano.
Bridges, Brolin y Damon forman un casting de apoyo excepcional. Pero los tres son arrasados por el magnetismo de la debutante protagonista que proyecta una voluntad de acero, indeclinable y le da un sentido de extraña formalidad a las escenas.
Si bien es inusual que la acción la comande una chiquilla, más lo es que su innegable talento se impone en su interacción a otros tres ya consagrados.
Temple de Acero es un filme ganador en una apuesta arriesgada de los hermanos Coehn, que constantemente exploran diferentes maneras de contar historias interesantes y desconcertantes temáticas. Hicieron Identidad Peligrosa con Bridges de protagonista como el flojonazo del pueblo convertido en héroe. Ahora, el mismo intérprete se posesiona de un rol de rudo policía vaquero.
Es una cinta muy divertida por el relato, pero admirable en sus actuaciones.