
El joven excursionista anda en bicicleta por un cañón en Utah. Se ve optimista. Es un chico ordenado y alegre. Parece tener la vida resuelta. En una sociedad marcada por el gregarismo enfermizo y la promiscuidad en las grandes urbes, vive solo y hace actividades de feliz ermitaño, como esa del camping.
Parece que al gozo le ha incorporado el egoísmo como marca. No necesita de nadie para hacer lo que quiere.
Esa independencia lo lleva a vivir una experiencia extrema única. La tragedia que marca su vida es una de las odiseas individuales documentadas más impactantes en la historia de la humanidad.
127 Horas tiene, en su título, un lapso fatal, pero, simultáneamente, un plazo de esperanza. La anécdota ampliamente difundida en el libro biográfico de Aron Ralston, y reproducida en amplios reportajes, cuenta el tiempo que un joven permanece atrapado en el interior de una caverna en una situación extremadamente complicada.
Se sabe el comienzo de la historia y su desenlace. Esta es una reflexión sobre la supervivencia a cualquier costo. Es una lección claustrofóbica sobre el coraje del espíritu, tan visceral como su desenlace.
Lo que el director inglés Danny Boyle aporta con la cinta es una descripción angustiosa de los cinco días y fracción que el muchacho pasa atrapado. El joven -interpretado por el magnífico James Franco- tiene todo el tiempo de la galaxia para pensar en las circunstancias que lo llevaron a caer en esa trampa por una insólita jugarreta del destino.
Durante su largo padecimiento delibera sobre lo que ha sido de su vida y lo que será, si logra salir con vida. Cruelmente, el director presenta las ensoñaciones, los delirios de escape que tiene en su largo confinamiento y las artimañas a las que se ve obligado a recurrir para mantenerse con vida. Su vida constreñida a una zanja en el desierto en la que ha caído, se limita a un violento ascenso y descenso de emociones desgastantes que, desesperantemente, no lo llevan a ningún lado.
Nominada al Oscar en múltiples categorías, entre ellas las de mejor cinta y actor, la película tiene algunos personajes secundarios bastante incidentales y prescindibles. Toda la atención se concentra en el hombre y su desgracia.
Boyle se ha especializado en catástrofes: Exterminio, Alerta Solar, Quisiera ser Millonario.
Esta es la primera vez que concentra el Apocalipsis en una sola persona. Ralston pasa días y noches en soledad, auxiliado de una pequeña videocámara que registra el sufrimiento y los momentos peores del joven. No hay muchas posibilidades de relatar en imágenes un drama en el interior de un atolladero. El director debe buscar maneras de explicar con interés, qué le pasa a un hombre inmóvil. No hay acción, pero siempre permanece la curiosidad por el desenlace del increíble proyecto fílmico basado en la vida real. La mayoría de las tomas son de close up, en la cabeza de la víctima, pero se da tiempo para presentar detalles que en cualquier otra cinta parecieran desperdicio y que aquí toman verdadera trascendencia.
El relato es como el de Edgar Allan Poe con El Pozo y el Péndulo, que tiene a un tipo inmóvil, pero con un estado de alteración mental que lo hace parecer todo, menos estático.
La concepción de la aventura es una pieza de ficción extrema que, aterradoramente, es un extracto de la realidad. Stephen King ha ensayado, en alguno de sus relatos, variantes de la determinación y los sacrificios a los que tuvo que llegar Ralston, sólo que en este caso, todo le ocurrió a una persona que anda por ahí contando su historia, ofreciendo charlas motivacionales y describiendo cómo se puede sobrevivir pese a las circunstancias más adversas.
La descripción del desenlace es un cuento de horror surrealista que sonaría increíble.
El joven emproblemado cambia, en el transcurso de esa larga jornada de extenuación, sus prioridades en la vida y revalora su cuerpo entero, literalmente, parte por parte.
Cuando uno observa la resolución del conflicto entiende porque hubo algunas personas entre el público que se desmayaron y vomitaron en las exhibiciones de estreno.
127 Horas es una interesante exploración sobre los límites del ser humano, que mueve al espectador a preguntarse obligadamente hasta dónde es capaz de llegar para salvar la vida.