
“¡Liberen al Kraken!”, ordena Liam Neeson en su papel de dios Zeus en Furia de Titanes.
Remake de la misma cinta hecha en 1981, (en la original, el soberano del Olimpo era Laurence Olivier), esta adaptación es llevada a la pantalla por Louis Leterrier, aunque con 100 veces más presupuesto.
En esta nueva versión de insuperables efectos computacionales, la producción tiene las mismas dolencias que su predecesora. Se basa en la presentación de un bestiario mitológico con animales maravillosos, pero su historia es lenta, casi soporífera.
Harry Hamlin desaprovechó en aquella primera versión una oportunidad de oro para ser estelar. Sam Worthington tendrá muchas más oportunidades para lucirse después de esta interpretación que lo hace descender varios escalones en su fulgurante trayectoria en las que destacan Terminator 4 y Avatar.
Aunque el muchacho nunca ha demostrado ser muy expresivo en pantalla, aquí se ve petrificado, como si Medusa hubiera puesto sus ojos en él antes de iniciar la filmación.
Los guionistas Terri Beachamn y Phil Hay toman completa la misma historia que escribió 30 años antes Beverly Cross basándose en las tradiciones líricas, orales, literarias y religiosas de los antiguos griegos para componer una historia de acción y aventuras en un tiempo en el que habitaban creaturas monstruosas y sobrenaturales que, se supone, ya quedaron extintas de esta tierra.
Esta nueva historia es tan lenta como aquella pero con una animación computarizada que empequeñece las creaciones de stop motion del maestro Ray Harryhausen que ahora se ven anacrónicas y viejas.
Los dioses están furiosos por el paganismo terrenal. Ya nadie le pide ayuda a las fuerzas celestiales que se alimentan de rezos y súplicas. Para que recuerden que hay poderes superiores, Zeus los amenaza con enviarles al terrible monstruo submarino llamado Kraken, si no les entregan a la doncella hija del rey.
Perseo es el encargado de emprender una misión para encontrar la manera de aniquilar a la bestia submarina y salvar a la princesa.
El viaje del héroe es el de un videojuego con varias estaciones llenas de adefesios, mortales sorpresas y sanguinarios enemigos.
El héroe enfrenta primero con sus peores temores, luego somete su propio odio al imperio de su voluntad y su deber y finalmente arrastra su destino a la manera de las aventuras épicas de corte clásico.
Pero el viaje de Perseo es muy largo y cansado y sus enemigos son predecibles y quizá no tan endiablados, porque se anticipa el resultado de las batallas.
El encuentro más emocionante es el que sostiene con Medusa, el mejor de todos los seres que debe confrontar y con la que tiene una confrontación de resultado conocido desde hace ya miles de años.
El extraordinario Ralph Fiennes hace, con Hades, el amo de ultratumba, el que es, tal vez, el papel más ridículo de su brillante carrera. No es sólo el arte que trae encima, que lo hacen ver como Rasputín fallecido y resucitado en cuerpo yerto, sino su actitud amenazadora que se ve torpe y nada intimidatoria como su conocido Voldemort de la serie Harry Potter.
Neeson también se ve cómico con el rostro lustroso con el bótox digital y con una solemnidad que desentona con el carácter aventurero del filme.
Furia de titanes es para espectadores nada exigentes.