
En “Los Fantasmas de Scrooge”, Jim Carrey emplea su talento extraordinario para representar siete papeles, cada uno diferente, cada uno impecablemente interpretado.
La historia de corte familiar se vende sola. La anécdota del avaro Scrooge está basada en el clásico cuento de Charles Dickens, “A Christmas Carol”, una genialidad literaria llevada a la pantalla desde hace décadas y que aquí es honrada, una vez más, por Robert Zemeckis.
La presentación de esta variante del cuento de navidad no es nueva. Zemeckis ya había utilizado la captura digital (motion capture) en otras dos historias anteriores: la también navideña “El Expreso Polar” y la tenebrosa “Beowulf”.
Lo que sí es novedoso es el empleo de esta tecnología que hace un retrato fiel de personas y personajes atrapados en dibujos animados. Pero lo que más sorprende de todo el producto es la versatilidad de Carrey.
“Los Fantasmas de Scrooge” relata las desventuras de Scrooge, un anciano amargado y solitario que en la noche de Navidad es visitado por los fantasmas del pasado, presente y futuro, y otros más que lo obligan a confrontarse con su realidad mezquina, y percatarse de la existencia miserable que lleva, carente de afectos y consagrada a la inútil acumulación de bienes materiales.
A través de sus visiones, interpretadas, en su mayoría, por el mismo Carrey, el anciano sufre una dolorosa transformación, viéndose a sí mismo, en diferentes épocas de su vida, desde su niñez, su mocedad, adultez, hasta la vejez, y las razones que lo llevaron a ese indeseable epílogo de su vida, donde todos sienten repulsión hacia su ingrata persona.
El show, es, por supuesto, del actor canadiense. Con sus dotes descomunales de histrión, se transfigura en personajes tan variados como el mismísimo avaro, pasando a ser el bonachón espíritu de la Navidad pasada, el esperanzado chicuelo, hasta el fantasma de la actual Navidad, lleno de risotadas y jolgorio.
Carrey es capaz de alcanzar los complejos estados sicológicos del protagonista, con sus miedos e infortunios, sus terrores y su redención. Aunque usa, por momentos un tono dramático y pesimista, nunca deja de ser cómico y festivo.
Zemeckis hace de “Los Fantasmas de Scrooge”, una cinta oscura, que arranca lenta, pero que se desboca hacia un relato frenético. Cuando la historia comienza a adentrarse en las motivaciones del vejestorio tacaño, la acción se vuelve galopante hasta llegar a un final que deja exhausto al personaje y al espectador.
Aunque la tecnología usada para la filmación ha resultado exitosa y ha sido replicada en otras filmaciones, hay algunos detalles que aún no pueden ser bien definidos en la reproducción de los seres humanos, en particular los ojos. La performance capture no ha podido igualar la expresión de las miradas, lo que le da un aspecto extraño a las figuras humanas.
La cinta puede resultar incómoda para los niños que tal vez no comprendan las intenciones de los seres que acechan a Scrooge en la Noche Buena y puedan entender, únicamente que un anciano es atormentado por presencias sobrenaturales. Además, algunos fantasmas son tétricos e intimidatorios.
“Los Fantasmas de Scrooge” de Zemeckis es un soberbio homenaje a la estupenda historia inglesa, que demuestra su naturaleza imperecedera y que con Jim Carrey vuelve a tomar vida, en un formato inusual que la aproxima a las nuevas generaciones.