La Misma Luna contiene iguales porciones de drama, comedia y aventuras.
La cinta dirigida por Patricia Riggen sobresale por sus actuaciones, más que por su historia.
Por su calidad histriónica, el pequeño protagonista Adrián Alonso está muy por encima de toda la producción. Sin embargo, sus excesos lacrimógenos lo exponen al peligro de convertirse en otro Pedrito Fernández infantil, que era un buen actor, pero que estuvo sobreexpuesto y hasta ridiculizado a través de dramas baratos en los que era mal dirigido. Fue así como se perdió su carrera en la pantalla grande.
Adriancito debe de ser cuidado por sus mentores para que no se convierta en un adefesio de la industria, como suele ocurrir con los niños superdotados que son explotados hasta la obscenidad, buscando extraerle ganancias instantáneas.
En esta producción mexicana se aborda el manido drama de los paisanos que se separan de sus familias al cruzarse a Estados Unidos en busca del espejismo del sueño americano. Lleno de clichés, el argumento se aferra a la fórmula y muestra estereotipos: la madre soltera que huye buscando un futuro mejor; el niño valeroso que se aventura en el peligroso cruce transfronterizo para encontrarla; y el mexicanito que se encuentra al pequeño, aborreciéndolo primero, pero, luego, dándole una prueba de amistad superior.
La acción se desarrolla en dos lugares. En el lado americano, la mamá se esfuerza por encontrar trabajo y elude el acoso “amistoso” de otro connacional que la pretende. Pero es la odisea del chamaco la que realmente interesa y la que le da sustento a toda la cinta.
Alonso saca chispas en la pantalla junto a Eugenio Derbez. Juntos hacen una química tremenda, hasta alcanzar uno de los mejores momentos del cine mexicano en años, cuando riñen cantando mientras desempeñan, juntos, una actividad laboral propia de los indocumentados.
Derbez se esfuerza demasiado buscando posicionarse como actor dramático. Ya ha demostrado sus dotes en otros trabajos como Zurdo y más recientemente en Sangre de mi Sangre (también de indocumentados). Tiene, ahora, un sustancioso papel secundario, pero le cuesta trabajo mantenerse sereno. Por momentos parece que se va a transformar en Eloy Gamenó, uno de sus célebres personajes.
Kate del Castillo parece que se libra de las ataduras de la televisión comercial, en la que creció y donde se formó un nombre, y empieza a descollar con su propia personalidad y talento en la cinematografía, principalmente en producciones independientes, como American Visa y El Clavel Negro.
Afortunadamente, parece que Del Castillo no busca –a diferencia de muchas otras de sus contemporáneas– convertirse en la próxima Salma Hayek, quien es un fenómeno dentro de Hollywood al ubicarse, en base a talento y constancia, dentro del sistema de estrellas. Kate, en cambio, quiere ser actriz que busca ser tomada con seriedad, lejos de sus orígenes como muñeca de telenovelas.
Le ponen sabor a La Misma Luna apariciones breves de un espectacular casting secundario conformado por Ernesto D’Alessio, América Ferrara, Mario Almada, Maya Zapata, Jacqueline Voltaire, María Rojo, Carmen Salinas y Los Tigres del Norte.
Buena opción para toda la familia.