
Casi 40 años después de que inició su carrera en la actuación y 20 que batalla por conquistar Hollywood, Demián Bichir consigue la consagración en Una Vida Mejor con su papel de Carlos Galindo, un inmigrante mexicano indocumentado en California, que está dispuesto a hacer todo por darle un futuro a su hijo adolescente.
Bichir es el corazón de esta película diminuta, de presupuesto limitado, que contiene un solo incidente y una larga presentación del personaje que parece hecho para el lucimiento de su intérprete.
Antes de este trabajo, el actor mexicano había hecho muchas cintas en el país y se había esforzado por hacer trabajos en el extranjero. Obtuvo elogios por su papel de Fidel Castro en el díptico Che, que relataba la vida del mítico guerrillero que tuvo una participación decisiva en la revolución cubana.
Fuera de ahí, se le conocía más por ser el integrante de una dinastía de actores y hasta se le culpaba de saturar las pantallas mexicanas con apariciones constantes en las películas consideradas de calidad. Pero sólo eso. Le faltaba el gran papel, que ahora le llega en una cinta de corte artesanal dirigida por el magnífico Chris Weitz, a quien se le deben créditos como American Pie y Un Gran Chico.
El jardinero que interpreta es un mojado lleno de problemas. Pero es un hombre bueno. No tiene papeles, pero sí decencia. Toda la película es su viacrucis cotidiano por buscar, como dice el título, una vida mejor. El tipo se la pasa en un grito silencioso. Como padre soltero lleva una vida durísima, esmerándose todos los días por obtener chamba, vivir al día y tratar de satisfacer las necesidades de su hijo.
Pobre Galindo. Sin posibilidades de ascenso en la escala social, tiene qué conformarse con lo que hay, que es muy poco. Además, enfrenta el desdeño de su propio vástago, expuesto a la mala vida, despectivo en su trato, bordeando el precipicio.
Weitz no hace una crítica el sistema, simplemente expone su implacable engranaje. La anécdota no es una denuncia, sino un comentario sobre las condiciones en las que viven millones de paisanos que buscan el sueño americano. La temática es obvia y hasta repetitiva, aproximándose peligrosamente al cliché. Pero la salva el protagonista con su gran conmovedora actuación.
La cinta es un cruce entre El Ladrón de Bicicletas y En Busca de la Felicidad. Galindo enfrenta al mundo desde su ingenuidad y escudado únicamente por una conducta honorable, que termina por obrar en su contra.
El paisano enfrenta un problema mayúsculo a causa de su honestidad, pero al resolverlo no solamente busca avanzar en su ascenso social y en su denodada lucha por ser mejor. También busca mantener su dignidad intacta. Las fuerzas adversas no solamente amenazan con anularlo como individuo. En el interior de un país que no es el suyo, acepta su condición de anonimato, pero rechaza dejar de ser persona. Por eso, al tratar de reponerse al golpe del destino, se juega la vida, todo en el nombre de su integridad.
Bichir hace una gran interpretación, llena de silencios y miradas, como el sufrido padre de familia que enfrenta estoico su destino. Su existencia es dolorosa y el destino opera sobre él con crueldad. Durante todo el tiempo en pantalla expone su enorme capacidad para absorber golpes, por el amor a su hijo.
Frente a otros nombres mayores, la nominación del mexicano para el Oscar como actor protagónico parece ya un triunfo. Con ella, la academia cumplió su acostumbrada cuota étnica, deparada para los actores extranjeros que cada año ofrecen interpretaciones de calidad.
Una Vida Mejor se lo debe todo a Demián Bichir.