
¿Es necesario que Robert De Niro se siga denigrando en la pantalla? ¿Cuántos papeles vergonzosos más es necesario soportarle antes de que le regrese el sentido de la dignidad histriónica?
Los Pequeños Focker es la más reciente de las decepciones del llamado mejor actor vivo en el mundo, inmiscuido en una serie de comedias que en los últimos años lo han devaluado frente a la pantalla.
Esta nueva aventura -tercera parte de una serie de inicio exitoso y festivo, que menguó hasta convertirse en esto- regresa al rol de suegro rígido que tiene como objetivo en la vida hostigar, avergonzar y reducir a su yerno, el versátil Ben Stiller.
Es todo un espectáculo intensamente doloroso ver a De Niro en una escena que parece sacada de una pesadilla: en un parque de diversiones, se arroja adentro de una fosa de pelotas para reñir con Stiller.
El coloso de la actuación llegó ahí como coprotagonista por su trabajo de coproductor. Eso explica que, por ejemplo, tenga un papel insignificante e inexplicablemente insertado en la trama Harvey Keitel, su amigo de muchos años, así como Dustin Hoffman, también prescindible y metido innecesariamente en la trama.
Ahora la pareja ya tiene dos niños. El suegro sigue hostigándolos, porque considera que el esposo de su hija es un tipo blandengue. En tanto, hay una atractiva ejecutiva que amenaza la estabilidad del matrimonio.
Entre lugares comunes y clichés, Los Pequeños Fockers transcurre desangelada, sin la magia de las dos anteriores entregas. Con un lamentable trabajo de edición, la cinta se ve deshilada, nada compacta y con largos momentos insustanciales.
Stiller y de Niro tuvieron química desde el principio, pero aquí tienen una relación familiarmente disfuncional que también lo es en el plano histriónico. Los acontecimientos deshilados conducen la acción por caminos esperados y con una exhibición de escasez de recursos creativos.
¿Por qué siguieron en la serie Hoffman y Barbra Streisand? Cometieron un error, si lo hicieron para ayudar a su amigo productor, porque entorpecen la narración y aunque están más acá del bien y del mal y en trabajos como este pueden hacer lo que quieran, más que aportar, restaron a la película.
El ni siquiera estuvo presente en la grabación y sus participaciones parecen pegotes trucados, incluso cuando interactúa en la escena final con los protagonistas.
El final de la película es como un pequeño Armagedón, con De Niro parodiándose a sí mismo con una referencia abyecta e innecesaria a la interminablemente parodiada y referencia a El Padrino.
¿Hasta cuándo seguirá De Niro humillándose?