
¿Hasta dónde serías capaz de llegar por alcanzar un punto de inteligencia absoluta?
Bradley Cooper se encarga de responder a la eterna interrogante en la cinta Sin Límites, una fábula escapista que recuerda la sentencia de “ten cuidado con lo que deseas”.
El tipo es un don nadie que aspira ser escritor. Tiene, por agujero de lógica de la historia, un contrato con una editorial, pero lleva meses sin escribir una línea. Su vida se transforma cuando, de pronto, cae en sus manos una poderosa droga sintética, nueva y desconocida, que le aclara la mente, afinando sus sentidos, agudizando su inteligencia.
Mágicamente, el pobre diablo se convierte en una poderosa máquina de pensar.
Pero sus habilidades recientemente adquiridas le generarán más problemas de los que, en apariencia, puede resolver.
Sin Límites es una cinta que desdeña la propia inteligencia del espectador y le proporciona una historia divertida, tensa en ocasiones, pero que se salta, por completo, esenciales valores de verosimilitud que se le exigen a un relato con mínimas pretensiones, como este que, por lo menos, tiene el pedigrí, cada vez más devaluado, de Robert De Niro en el elenco.
Burger anula su propia capacidad creativa, al auxiliarse de atajos para justificar las andanzas increíbles de su protagonista. No puede ser que el tipo, un Will Hunting de perversas intenciones, sea el único que no anticipa el tsunami de problemas que se le avecinan por su propia ambición.
El escritor bloqueado de pronto se vuelve un genio. Pronto su interés deja de ser literario y se convierte en financiero. Repentinamente, la estrella de los pensadores, se convierte en un tiburón de Wall Street y multiplica unos cuantos billetes en millones de dólares.
El muchacho que empezó de cero, de repente se transforma en un dios del mercado de valores, y un interés inmediato de De Niro, un magnate que busca sacar provecho a sus increíbles talentos.
Para seguir las andanzas del súper sabio, el director no se toma la molestia de pasar sus acciones por el tamiz de la realidad. Sólo hace lo que considera necesario para que la película resulte divertida, atropellando cualquier cuestionamiento.
El cinéfilo está obligado a presenciar un espectáculo de inteligencia artificiosa, y reírse o preocuparse cuando el director lo decida.
No hay escapatoria. El director ofrece lo que quiere. Desde el inicio, proporciona emocionantes trucos de cámara que respaldan un relato que se consume, pronto, al interior de su propia fantasía sostenida con argumentos endebles, narrativamente cuestionables, pero que resultan divertidos.
Bradley Cooper, que coprodujo la historia, encabeza el casting que participa con buenas actuaciones.
Sin Límites es un moderno cuento paranoico de hadas, donde el protagonista se expone a recibir una dura lección por buscar la dicha con métodos ilegítimos.
Sin embargo, (des) afortunadamente, el tipo obtiene lo que quiere y escapa con una sonora carcajada.
Es divertida, pero sólo eso.