
Dos tipos rudos, simpáticos y apuestos se unen para planear un robo millonario. Su objetivo es dar un golpe certero a la mafia.
El gran problema es que los dos son agentes encubiertos al servicio del gobierno, y no conocen la identidad del otro. Sólo creen que su compañero es un pillo que luego puede ser eliminado.
La premisa, basada en una novela gráfica, pudo haber funcionado muy bien a nivel de cómic. Como película, Armados y Peligrosos es una exhibición de estallidos y disparos con escasa sustancia y ninguna aportación.
El islandés Baltasar Kormákur, que ya había trabajado con Whalberg en Contrabando, lo ubica en otro clip como héroe de acción, en una enredada historia que busca sorprender son sus constantes giros, aunque con una nula noción en la realidad.
Narrada en retrospectiva la película presenta a dos personajes atrevidos hasta la inmolación inminente. Con demasiada suerte, los dos escapan una y otra vez de los riesgos a los que se someten por su inconsciencia al peligro.
Washington y Whalberg hacen una gran pareja de opuestos que se atraen, en uno de los clichés más viejos y gastados de las historias de acción.
Con un gran sentido de la ubicuidad, los dos se encuentran en todos lados. Van y vienen entre México y Estados Unidos, como si visitaran una casa en un vecindario cercano. Se entrevistan con capos y se dan tiempo para eludir las balas.
Todo se muestra con una elaborada trama de traiciones, con una excelente factura fílmica. Kormákur hizo una producción grande, con vistosos recursos fílmicos y un atinado sentido de la dirección.
Lo que le falla es la historia. El guión de Blake Masters no consigue afianzar en sus personajes ninguna de las ideas. Hay una enorme cantidad información sobre los planes de los dos agentes y un sobreinvolucramiento de elementos criminales, suficientes como para desconcertar a cualquiera.
La cinta demanda demasiada complicidad, al suponer que se aceptará que pase por tantas peripecias y salga indemne por su astucia, suerte y porque enfrenta a delincuentes tontos, lentos y de muy mala puntería, que no sirven para defenderse.
Pronto se pierde la empatía y no se genera ninguna tensión dramática entre personajes, que únicamente se divierten entre ellos y no proyectan nada.
Washington, como siempre, hace una interpretación brillante del hombre bipolar, que juega con la muerte con un cinismo desconcertante, pero que sabe afrontar con seriedad los retos que le presenta el destino, ocultando muy bien sus emociones.
Whalberg, por su parte, está en el mismo plan de pequeño bribón atlético, musculoso y diestro para las situaciones riesgosas, de las que invariablemente saldrá airoso.
Pasa desapercibido en los créditos Bill Paxton, siempre secundario y eficiente, quien, pese a su relego en el reparto, se lleva la cinta como el personaje más fuerte. Le toca hacer esta vez de mafioso ranchero que anda persiguiendo a los tipos listos que quieren escamotearle la plata.
Edward James Olmos tiene su participación como otro capo matón, este méxico-americano, que habla con marcado acento de inmigrante y que, eventualmente, profiere maldiciones en caló muy mexicano.
Armados y peligrosos pudo haber dado mucho más.
Y el dueto puede convertirse en una franquicia.