
Súper 8 es promocionada con dos nombres grandes de la cinematografía: J.J. Abrams, como director y Steven Spielberg, en la producción. El segundo no necesita presentación, pero el primero es el responsable de nuevas gemas de la acción mezclada con efectos especiales, como Misión Imposible III y, más recientemente, Star Trek, con su generación de estrellas juveniles.
Abrams, en su papel de guionista sigue, en retrospectiva creativa, los pasos de Steven Spielberg, y con esta historia salta unos 30 años en el tiempo y le da continuidad a E.T., que en 1982 sorprendió al mundo con el clásico instantáneo de un extraterrestre que recurre a la ayuda de una pandilla de chicos para regresar a su planeta de origen.
Ahora, con Súper 8. Abrams remueve algunos recuerdos de aquella aventura del alienígena, dándole una repasada a Los Goonies, y aterriza en esta aventura con un grupo de muchachos inteligentes, disímbolos y arriesgados, ubicando la acción en la lejana primavera de 1979.
Con un casting base de desconocidos, el director y guionista hace una sólida película de suspenso y ciencia ficción en el contexto de una crisis provocada por la sospecha de una entidad proveniente del espacio exterior.
Como lo hizo Spielberg con Tiburón, ahora el realizador de Súper 8 mantiene en secreto y sólo insinuado durante más de la mitad de la película, la presencia amenazadora que se cierne sobre el pequeño poblado, y hasta ya muy avanzado el drama, la presenta en toda su terrible dimensión.
Súper 8 es una entretenida cinta familiar que deslumbra no sólo por los efectos especiales, sino por su entrañable historia que se ramifica entre los pequeños personajes, ahogados en pesados dramas, deprimidos como pequeños adultos.
Es ahí, entre las grandes actuaciones de los chicos, donde se encuentra la fortaleza de la cinta. Mientras los señores debaten temerosos sobre su propio futuro, un chico y una chica viven una de las más grandes aventuras románticas de los últimos años.
Los niños tienen, en lo personal, complicadas vidas intrafamiliares y están unidos por una misma tragedia personal que los obliga a estar separados por decisión de sus padres. Sin embargo, la química entre ellos es tan magnífica que resulta imposible mantenerlos alejados. Y el público realmente quiere verlos juntos, confesándose el amor que les emerge por los ojos.
El país entero se hace añicos mientras los niños se miran tiernamente, tratando de encontrar explicación a eso que sienten en las entrañas cada vez que se ven.
Abrams le da el protagonismo absoluto a los chicos, delineando brillantemente los personajes y uniéndolos a todos en un proyecto escolar una peripecia que resulta indispensable para el desarrollo de la dinámica historia.
El trabajo académico tiene qué ser filmado con la cámara en formato de Súper 8, tan recurrido en aquel tiempo para filmaciones amateurs.
En esa tarea, son testigos de un violento accidente ferroviario que desencadena una serie de sucesos que confrontan a los pobladores de una pequeña localidad con sucesos anormales. El guionista va dejando montones de cabos sueltos al principio, generando ansiedad en el espectador que tienen que esperar con paciencia para ver cómo todos van atándose conforme se aproxima el final hasta llegar a un desenlace tan predecible como satisfactorio.
Súper 8 es un homenaje que Abrams le rinde a Steven Spielberg, uno de los grandes dioses del entretenimiento cinematográfico de la historia.