
Con La Isla Siniestra, el director Martin Scorsese hace un crispante juego de verdad y decepción en el que nada es lo que aparenta.
La nueva película del neoyorquino, es un regreso al thriller oscuro, con hechuras antiguas, muy parecido a Cabo de Miedo, con su pesada carga de insanidad y tensión, con reminiscencias de Vértigo, de Hitchcock.
Leonardo DiCaprio estelariza este psicothriller como un alguacil federal que llega a una isla en la que están confinados los más peligrosos criminales de Estados Unidos. Es una institución mental para los sicópatas de perfil homicida más alto del país.
El agente llega con la misión de encontrar a una persona que, aparentemente, ha desaparecido, violando los códigos de seguridad más férreos. Parece ser una fuga imposible.
La búsqueda de la verdad llevará a DiCaprio a escalofriantes revelaciones que lo adentrarán en enigmas cada vez más profundos que, paradójicamente, comenzarán a mostrarle una realidad nueva, ajena por completo al entorno que creía suyo.
¿Suena complejo, intrigante? Lo es.
En su cuarta participación con DiCaprio, Scorsese hace una cinta de suspenso mezclando pistas falsas y verdaderas, imágenes reales y ensoñaciones generadas por la esperanza y el anhelo.
Hay historias cinematográficas, que al ser replanteadas a partir del final, generan una sensación exasperante de engaño. Scorsese, en cambio, juega con el espectador, llevándolo a través de una maraña de acontecimientos y pistas para hacer que, a partir del desenlace, se replantee el inicio.
Pero lo hace de una manera sutil, jugando con maestría con el lenguaje del cine para derrotar la malicia del cinéfilo, que espera ir más adelante en las deducciones que comienzan a ser presentadas poco a poco con revelaciones sorprendentes que muestran al final un todo perfecto.
DiCaprio encabeza un soberbio casting que se mete en un tremendo duelo de actuación entre veteranos y actores de la vanguardia. Cuando se suponía que en El Aviador había alcanzado su mayor rango histriónico, volvió a sorprender con Los Infiltrados y luego en Sólo un Sueño hasta alcanzar aquí la cumbre histriónica de su carrera.
Sus contrapartes son Ben Kingsley, siempre siniestro, siempre excelente y Max Von Sydow, envejecido pero infalible en sus cada vez más frecuentes roles de apoyo en personajes que representan figuras de autoridad.
El empaque es glamoroso. Con una ambientación de los años 50, Scorsese muestra con un decorado que adjetiva, una era posterior a la segunda guerra mundial en la que Estados Unidos volvía a su normalidad, pero aún seguía resentido con sus antiguos enemigos de Eje, a los que seguía combatiendo con métodos brutales que se valían de enfermos mentales para su experimentación.
La Isla Siniestra es una obra maestra del suspenso.