
Ya inició el mundial de futbol Brasil 2014.
México se encuentra en un atolladero. Y quién sabe cómo salga de él. Para cuando se lea este texto, el equipo tricolor ya habrá dirimido su primera contienda ante la escuadra africana de Camerún, supuestamente, el rival más débil de los que le corresponden en la primera ronda.
Luego vienen los vendavales de Brasil y Croacia. En una semana se decidirá la suerte de la Selección Mexicana que, en esta ocasión, como nunca antes, ha comprometido su prestigio y ha concitado más animadversiones que cualquiera de sus antecesoras.
La razón ya se sabe y se ha discutido hasta la saciedad: al pueblo azteca le cayó muy mal que Televisa se apropiara del conjunto nacional. Le enfadó que extendiera hasta el conjunto verde, el dominio patrimonial que legítimamente ejerce sobre el América. Emilio Azcárraga Jean, dueño del gigante de las telecomunicaciones, decidió que fuera Miguel Herrera el entrenador de la selección. Depuso groseramente a Víctor Manuel Vucetich, un entrenador con mucho más kilometraje acumulado, y le enchiqueró la trayectoria, con un innecesario despido humillante. Vuce tiene más de 10 títulos, mientras El Piojo apenas consiguió uno, y ese por milagro.
Ahora, el pueblo, en México está dividido, la mitad de la afición quiere que el Tri fracase. Lo impensable ocurre. De aquel equipo nacional querido por todos, seguido con anhelo y esperanza en todas las pasadas copas del mundo, ya no queda nada, porque ahora ya no es la escuadra de todos, si no de Televisa.
La otra mitad de la hinchada le desea buenos augurios al tricolor, porque no desperdician esta oportunidad única en cuatro años para competir, junto con el 11 nacional, en un torneo de esta envergadura, que es el más importante de todos. Son fans que, cada cuatrienio esperan que el Tri de la campanada.
De cualquier manera, los que quieran que México vaya mal, tendrán una apuesta segura, pues no dejarán de celebrar si hay un paso afortunado. Nadie, nunca ha repudiado a la buena suerte. Pero no deja de sorprender en México el marcado pesimismo y el deseo que se cumplan los negros vaticinios.
Hay un marcado distanciamiento entre la Selección Mexicana y la base de seguidores nacionales que son quienes la sostienen. Lejos están aquellas jubilosas expectativas con que se arrostraron compromisos en el 94, 98, 2002, 2006, 2010. No hubo quinto partido, pero sí ilusión y calor en torno a la casaca verde.
Se espera que pase lo peor, ahora con el equipo de Miguel Herrera. Si no avanza a octavos de final, si no hay quinto partido, se convertirá en el entrenador más repudiado en la historia del combinado nacional.
Tal vez el Piojo debe mentalizarse, desde ahora, para soportar que le enseñen la lengua en la calle.