
El terremoto de 7.4 grados en la escala de Richter, que afectó a Guatemala el 7 de noviembre de 2012, dejó sin hogar a la familia Ramírez Pérez por lo que decidieron cruzar la frontera de Guatemala con México para trasladarse a Reynosa en busca de mejorar su vida y la de sus dos pequeños hijos.
Dispuestos a arriesgarlo todo, Clerida Gisel y su esposo Emanuel tomaron a sus hijos Sami y Jadiel, de 6 y 4 años respectivamente, para salir de su natal Tecún Umán.
El 15 de noviembre a las 5:00 de la mañana cruzaron el río Suchiate con dos mochilas viejas donde habían colocado con un cambio de ropa para cada quien.
“Mi marido era agricultor de plátanos pero con el temblor todo quedó arruinado por lo que se perdió trabajo y hasta la casita que nos prestaban para dormir se derrumbó. Estábamos desesperados y desamparados ya no teníamos hogar ni sustento por lo que salimos de nuestro país”, relató Clerida Gisel.
Con solamente tres mil pesos en la bolsa, un puñado de esperanza y mucha fe en Dios, los integrantes de esta familia se aventuraron a viajar sin documentos hasta llegar al límite de México con Estados Unidos.
“En ciudad Hidalgo, Chiapas tomamos un camión. Veníamos sin conocer nada, solamente traíamos la bendición de Dios y le pedíamos no ser retenidos por Migración, mucho menos convertirnos en victimas de la delincuencia. Recuerdo que estuvimos sin dormir porque pasamos dos días viajando noche y día.
“En varias ocasiones los agentes de Migración mexicana subieron al autobús a
revisar pero no sabemos si el hecho de traer los niños nos salvó de algún cuestionamiento. Estamos muy agradecidos con Dios porque nunca nos bajaron ni nos revisaron, ni siquiera una pregunta nos hicieron”, narró.
En la capital de Chiapas compraron los dos boletos de autobús a Veracruz. Solamente pedían sus pasajes para ahorrarse el boleto de los niños ya que era poco el efectivo.
“Cada que nos paraban me sudaban las manos, pensaba muchas cosas malas, tenía mucho miedo de que algo malo nos fuera a suceder, temía por mis hijos. Sin embargo, Dios nos guardó todo el camino y aquí estamos más unidos que nunca”, resaltó.
Al llegar a Veracruz, el dinero ya era poco, por lo que decidieron comprar el último transporte hacia Reynosa, Tamaulipas.
“Los niños tenían hambre pero ya traíamos pocos pesos solamente les comprábamos algo que les llenara el estómago a ellos y nosotros nos aguantábamos para ahorrar unos centavos. Pasamos hambre con nuestros niños porque desconocíamos los trayectos, además de que traíamos poco dinero; a veces no comprábamos comida”, indicó.
Por fin, el sábado 17 de noviembre, después de recorrer más de mil 940 kilómetros por carretera, llegaron a la frontera con Estados Unidos. Desorientados caminaron unas cuadras preguntaron a una persona por algún cuarto pequeño donde pudieran dormir y pasar la noche con sus dos hijos.
“Estábamos fatigados, sin comer bien ni descansar, además del temor de que algo nos fuera a pasar. Constantemente le pedía a Dios que nos protegiera de la gente mala. Afortunadamente nos topamos con una buena persona que nos guió a unos cuartitos de alquiler”, señaló.
En ese lugar Clerida Gisel, su esposo Emanuel y sus hijos Sami y Jadiel, pasaron la noche. El domingo al mediodía se venció la renta y salieron a buscar un cuarto donde pudieran hospedarse más días.
“Pidiéndole a Dios que nos protegiera, encontramos a un taxista de buen corazón que nos orientó. Mi esposo le preguntó que dónde alquilaban cuartos económicos y ese señor nos llevó a la colonia Aquiles Serdán donde rentamos un cuartito. Ese buen samaritano nos ayudó a conseguir una cama y una estufa viejitas pero que nos sirvieron mucho”, expresó.
Poco a poco se adaptaron en el pequeño cuarto que rentaron. Su esposo de 25 años logró conseguir algunos trabajos eventuales que les ayudaban a tener el sustento para alimentar a sus hijos y pagar la renta.
“Gracias a Dios nos encontramos con personas buenas que nos brindaron su apoyo. Yo era la que tenía más temores de que les sucediera algo malo, sin embargo, mi marido siempre se mostró confiado de que las cosas estarían bien”, aseguró.
REYNOSA, SU NUEVO HOGAR
Y aunque en un principio tenían la intención de que su esposo intentara cruzar de ilegal a Estados Unidos, conforme pasaron los meses se fueron estableciendo económicamente en Reynosa.
“Salimos de Guatemala casi sin dinero para llegar a la frontera donde había más posibilidades de trabajo que en nuestro país. Mi esposo me decía que si no podía cruzar nos quedáramos en Reynosa y buscáramos salir poco a poco adelante y así lo hemos hecho”, refirió.
La mujer de 30 años añadió que su situación en México cambió totalmente, ya que su marido logró conseguir mayores ingresos que en su anterior trabajo como agricultor.
“Dios siempre marca nuestro destino y aunque ya teníamos a nuestros dos niños quiso que resultara embarazada, ya no teníamos planes de tener más familia pero sucedió”, comentó.
La situación de esta familia comenzó a complicarse porque requería de atención médica, transcurrían los meses y con el avance del embarazo decidieron buscar ayuda oficial, misma que nunca llegó debido a su status migratorio.
Entre la desesperación de no contar con servicios médicos para el alumbramiento y encontrar solamente negativas, un fin de semana salieron de su casa a caminar por la orilla del río Bravo con la esperanza de encontrar alguien que les tendiera la mano y descubrieron el alberge Senda de Vida.
“Decidimos entrar a preguntar en la oficina pero no se encontraba el encargado del refugio por lo que nos pidieron que regresáramos al día siguiente. Sin embargo, ya nos daban esperanzas de que ahí nos pudieran ayudar”, relató.
Al siguiente día regresaron y los atendió el encargado del albergue Héctor Silva Luna, quien les consiguió que la atendieran en el parto.
“Comenzamos a frecuentar el refugio los fines de semana para los servicios religiosos. Ahí encontraron calidez y personas migrantes que padecen los mismos problemas que nosotros. Aquí nos apoyan con víveres y ropa para los niños, nos sentimos como en familia”, resaltó.
Agregó que el 29 de octubre al amanecer comenzó a tener los dolores de parto, por lo que fueron hasta el albergue a buscar al pastor Héctor para que los ayudara.
“Después de varias llamadas me llevaron al Hospital Materno Infantil, donde nació Génesis a las 10:00 de la mañana sin complicaciones en parto natural. Fue gracias a la intervención del hermano Héctor que a través del Instituto Tamaulipeco del Migrante y del albergue Senda de Vida que me atendieron y no nos cobraron nada.
“Ahora tenemos dos hijos guatemaltecos y una hija mexicana. Esta tierra nos ha dado mucho en el último año, hasta una nueva hija. Creemos que nos vamos a quedar en México a vivir y tratar de arreglar los documentos mexicanos, si Dios lo permite y si se puede hacer vamos a tramitarlo para quedarnos”, finalizó.