
Es tan entendible, como a la vez complicado el tema de la reforma energética propuesta por el presidente, Enrique Peña Nieto, que no profundizaré en el asunto que actualmente está en boca de todos los políticos, sean legisladores, gobernantes o dirigentes de partidos en México.
¿Qué es lo que realmente interesa a los mexicanos si en Petróleos Mexicanos cambian las reglas y permiten la inversión extranjera o de empresarios nacionales?
La respuesta lógica es que la gasolina, el diesel y el gas doméstico ya no suban de precio, y que las tarifas eléctricas se mantengan o bajen, producto de esta metamorfosis al sector energético que envió el mandatario al Senado de la República para su aprobación.
Los mexicanos sueñan en que un día terminen los privilegios que tienen los dirigentes sindicales de Pemex y sus familias que por años se enriquecieron y siguen convirtiendo en millonarios a Joaquín Hernández Galicia “La Quina” y Carlos Romero Deschamps, mismos vicios que heredaron sus hijos.
A la mayoría de los mexicanos les importa un carajo si los europeos, asiáticos o estadounidenses vienen a inyectar recursos a la paraestatal para hacerla más eficiente y moderna.
Sólo quieren que sus vehículos para uso doméstico, para ir a trabajar, a vacacionar y para llevar a sus hijos a la escuela, se muevan con el menor golpe bajo a sus bolsillos.
Los privilegiados que tenemos este lujo nos queremos despertar un día sin el sobresalto de que aumentaron los precios de las gasolinas.
Si se trata de frenar esa voracidad de la corrupción en Pemex y la CFE que comenzó con el PRI, siguió con los gobiernos del PAN y no hubo tregua con Peña Nieto, bienvenido sea el capital que inyectará la iniciativa privada mexicana para construir refinerías y evitar enviar el petróleo crudo para su tratamiento a plantas extranjeras.
Con el viejo PRI se enriquecieron con Pemex presidentes, secretarios de Estado y líderes sindicales como “La Quina” y Salvador Barragán Camacho. Pero con el PAN poco o nada cambió.
Andrés Manuel López Obrador hizo públicos los contratos millonarios en dólares que obtuvo la familia del difunto Juan Camilo Mouriño cuando era diputado federal, miembro de la Comisión de Energía del Congreso de la Unión.
Una prueba irrefutable de que para los panistas Petróleos Mexicanos era una ubre de corrupción inagotable en dos sexenios, y que había suficiente dinero para los amigos de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa.
Que por fin acabe eso de que México vende barato y compra caro, cuando el producto que se extrae de los pozos petroleros se manda fuera para su refinación y luego regresa como gasolina con precios hasta las nubes.
Si la reforma busca terminar con los políticos que se hacen millonarios acezando a contratos de Pemex y dan servicios como la construcción de pésima calidad que causan los estallidos de las plantas -como sucedió en Reynosa en 2012-, los diputados y senadores del PRI y de la oposición deberán de aprobar esa iniciativa por el bien de las futuras generaciones.
Cierto es que la corrupción en Pemex y la CFE es un cáncer que difícilmente se podrá erradicar, pero no hacer nada por combatirla es todavía peor que la misma acción de rellenarse los bolsillos con millones de dólares durante un sexenio.
Si son verdaderos los beneficios que han tenido otros países petroleros como Venezuela y Brasil, por citar algunos del continente americano que hicieron reformas años atrás en ese sector de abrirse al capital extranjero y privado, ¿por qué México se quedó atrás?
Gobernar a la antigua perjudicará a una nación que quiere ser protagonista en un futuro. Un México que empieza a figurar entre los países con crecimiento y está entre los 20 del mundo con economías sólidas, atractivas y seguras para la llegada de capitales foráneos.
Si en los próximos cinco años y meses que restan a Peña Nieto en Los Pinos nuestro país no mejora en la creación de empleos gracias a su reforma, entonces no descartemos que la corrupción habrá vencido a las buenas intenciones presidenciales.
Y lo peor: México seguirá siendo un país donde la clase política tendrá cada vez más largos los colmillos de Drácula para seguir chupando la sangre negra.