
Aldo de Nigris Guajardo ha llevado una carrera en el futbol absolutamente irregular.
Inició joven en las fuerzas básicas de Tigres. Su posición natural fue la de centro delantero.
El muchacho recibió la oportunidad en el primer equipo, en 2002, a sus 19 años, y resultó una completa nulidad.
Pese a que tenía un gran empuje y condiciones físico atléticas óptimas, evidenciaba escasa movilidad, torpeza en el manejo del balón y dificultades para ubicarse dentro del área.
Su producción goleadora era limitada. En cinco años marcó 9 veces. Fue, durante ese tiempo, banca permanente.
Tigres se desembarazó justamente de él. Era un lastre. Su condición de activo inútil no le redituaba dividendos al club.
Además pesaba sobre él la sombra de su hermano mayor Antonio, El Bombardero, que hizo fama con Rayados como un gran anotador y que se convirtió en un referente del destino errabundo del futbolista.
Cuando Tigres lo soltó, en el 2007, Aldo se enroló en equipos de medio pelo como Necaxa y Veracruz donde no dejó huella. Parecen días sin rastro, esos que anduvo por ahí, visiblemente incómodo recibiendo en la espalda las trallas del destino. Era como un bebé en un limbo, sin haber nacido aún, en espera de un retiro prematuro. El futbol no le ofrecía oportunidades.
Sorpresivamente Rayados lo contrató en el 2009. Quién sabe que le vieron.
Algo ocurrió con ese cambio. Siempre se supo que Monterrey era el quipo que ocupaba un lugar en su corazón.
A su regreso, el muchacho nacido en la capital de Nuevo León, se transformó. A sus 26 años se convirtió, de pronto, en el mejor centro delantero mexicano. La larva se hizo mariposa.
La rompió en La Pandilla. Con el equipo regio ganó dos ligas y otras tres copas del devaluado torneo conocido como Concachampions.
Parece que el principal sorprendido es él. No quedaba nada, ni rastro de aquel mediocre ariete que jugaba en Tigres, archirrival de Rayados.
La única razón que yo encuentro para entender el ascenso impresionante del menor de los de Nigris es que ocupó su lugar en el universo. Toda la vida estuvo
buscando, aún sin saberlo, llegar al Monterrey. Ahí explotó. Le dieron una sola oportunidad y la tomó.
Demostró que la voluntad tiene alcances infinitos. Lo que hizo fue en base a la ya conocida constancia, necesaria para obtener las grandes preseas de la vida, y la voluntad, sin la cual no se pueden escalar montañas de gran calado.
Durante su paso de cuatro años con Rayados, hizo una dupla magnífica con el chileno Humberto Suazo. Lo dijo el mismo Aldo, que consideraba que se llevaba muy bien en la cancha con su socio andino porque los dos jugaban de una manera muy distinta, Con estilos completamente opuestos.
El Chupete puede generarse él solo jugadas. Aldo necesita compañía siempre. A diferencia de Suazo, jamás en su vida ha driblado a una sola persona. Pero está ahí, para hacer una pared, meterse al área y disparar, o rematar de cabeza, como impecablemente lo hace.
Con la Selección Mexicana, Aldo está llamado a ser uno de los componentes en el ataque, junto con Javier Hernández, en Brasil 2014.
El 22 de julio cumple 30 años. La vida lo premió a tiempo. Tiene cuatro años jugando a tope. Le queda quizás un año de plenitud. Tal vez no alcance a jugar en Europa, como siempre ha querido. Pero seguramente será de gran provecho para Chivas, donde parece que vivirá sus últimos años de gloria.