
Los que no tienen el antecedente, encontrarían difícil aceptar que ese tipo rechoncho que dirige a los campeones Xolos de Tijuana, alguna vez fue una estrella de futbol. Y lo fue siendo un joven bodoque, uno de esos tipos de vientre inflamado, pero con tremenda habilidad en las piernas. En el barrio de cualquiera siempre hubo alguien así: el gordo que sabía hacer genialidades con la bola.
Por ahí andan videos de cuando Ricardo Antonio Mohamed Matijevich, a sus 18 y 19 años defendió la camisa de la Selección Juvenil de Argentina. Con la albiceleste, ganó la Copa América, en Chile 91.
El tipo es un sol guerrero. Tiene una personalidad arrolladora. Los que no lo conocen lo llaman reservado. Lo es, en cierta forma, porque no le gusta la fiesta y es reservado. Pero no puede ocultar su naturaleza de líder.
Empezó en el club Huracán, un modesto club del futbol argentino, y de ahí se enfundó la casaca mítica de Boca Juniors, donde estuvo un par de temporadas y luego emigró al Independiente de Avellaneda. Ya había destacado como el mediocampista barrigón del combinado argentino, por lo que representó un fichaje bomba para Toros Neza en el 93. De inmediato llamó la atención del futbol mexicano por su precisión y su enjundia, y por su desenfado en la cancha.
Luego de algunos años pasó por Monterrey donde se convirtió, de inmediato, en figura. Cada partido era lo mismo: El Turco tenía que convencer a la tribuna de que su panza no le estorbaba. Y la convencía. No estaba sub entrenado, simplemente ese era su físico poco agraciado. Con una personalidad eléctrica, fuera de la cancha andaba siempre a la moda. Dentro de ella, usaba unos horribles zapatos blancos que lo hacían destacar, junto con su melena corta y oxigenada.
Después de su estancia en La Pandilla, estuvo dando tumbos en algunos equipos de segunda división y se retiró en el 2003 en el devaluado Zacatepec.
Pero no encontró consuelo fuera de los reflectores y, como los jugadores enfermos de nostalgia, se refugió en el banco como estratega. No fue fácil. Ahora se le aclama como un gran estratega en los campos de batalla, pero en más de una ocasión fue echado a patadas. Dirigió clubes en Honduras, en México y en Argentina.
En el 2006 falleció su hijo en trágico accidente vial en Alemania. En el mismo El Turco resultó gravemente lesionado, aunque sobrevivió. Se repuso de la pena, se tatuó el rostro de su hijo en el antebrazo y siguió con su vida.
El 2010 le cambió el semblante. Ese año fue campeón en la Copa Sudamericana con el Independiente, y al año siguiente se hizo entrenador de los Xoloizcuintles con los que ahora resultó campeón en este torneo Apertura 2012 que recién concluye.
Los que conocemos a Tony hemos constatado que tiene una personalidad explosiva, con una luz enceguecedora. Es un tipo señalado por los astros. Inteligente y decidido, sabe ser severo con los desleales y extremadamente generoso con sus amigos y los justos. Ha demostrado que con voluntad cualquier meta está al alcance de una tarascada.