
La premisa ya es bastante conocida: un hombre quiere celebrar su aniversario 90 con una noche de amor loco, en trance de fornicio con una adolescente virgen.
Es el inicio de Memoria de mis Putas Tristes, la célebre novela de Gabriel García Márquez, que fue producida para la pantalla por mexicanos, con una adaptación del guionista francés Jean Claude Carriere y dirigida por el danés Henning Carlsen.
La anticipada película que comenzó su recorrido por festivales desde el año pasado, parece que se estrenará comercialmente en este 2012 después de enfrentar, durante años, problemas de censura. Hubo quiénes la reprocharon por, supuestamente, fomentar la pedofilia.
Nada hay de eso. Únicamente el título es escandaloso. Memoria de mis Putas Tristes vale tan solo por su temática. La productora Raquel Guajardo se decidió a explorar un tema pocas veces visitado en la filmografía mexicana: la carnalidad de los varones ancianos.
La historia se ubica a mediados del siglo en cualquier lugar de El Caribe. Emilio Echevarría es El Sabio, un periodista que para celebrar su onomástico tiene la ocurrencia de pedir los servicios de una adolescente casta, Delgadina, interpretada por Paola Medina, para sostener con ella tratos de libídine.
Narrada de manera lineal, con flashbacks, la película es un sortilegio garciamarqueciano. Exuda la pantalla los olores del trópico. Hay un pueblo pequeño, colonial, lleno de colorido, donde las emociones se desbordan. García Márquez y Carlsen dicen que en cualquier reducto donde haya personas en sociedad, surgen pasiones, algunas visibles y muchas más subterráneas.
La producción tuvo un gran acierto en el casting. Echevarría, es exactamente El Sabio de la novela. Un hombre discreto pero sensual, adicto a los placeres de la carne que descubrió en su lejana niñez. Medina –sobrina de Ofelia Medina- retrata perfectamente a la adolescente, pese a tener ya, en realidad, 30 años.
Hay una relación extraña entre ellos. Él es un pícaro de existencia sigilosa que encuentra deleite en los textos que publica en el diario local y en sus correrías de halcón solitario. Pero sabe que el fin se acerca y quiere darse un gusto sensual.
Ella decide entregarse por dinero. Pero algo pasa en el camino. Medina consigue transmitir esa inocencia de la chica inexperta, desconocedora de las cuestiones de la vida. Pero dentro de toda su ingenuidad, la chica comienza a descubrirse seductora y se transforma, uniéndose más al vejestorio.
La película es lenta, pero de gran deleite visual. Las anécdotas son espaciadas y en ellas pasa muy poco. Los vistazos al pasado revelan una biografía intensa del seductor como hombre juvenil afecto a la noche y al burdel. Pero lentamente, entre esos pasajes, va revelándose también la soledad de El Sabio y la transformación que en él opera la necesidad, más que el deseo, de refocilarse con la chiquilla.
Hay aquí, sin embargo, problemas con los diálogos. Si bien es difícil llevar al cine a García Márquez –Pedro Almodóvar dice que es imposible–, por el aliento irreal de sus narraciones, Carlsen pudo capturar la atmósfera asfixiante del pueblo. Pero hay trompicones con las líneas de los personajes.
García Márquez hace, en sus obras, diálogos cortos que son sentencias, apotegmas, aforismos. Sus personajes son muy prolijos para hablar. Se privilegia la narración.
En el filme, El Sabio y sus contemporáneos se expresan de una manera demasiado literaria y sus dichos parecen irreales, demasiado elaborados, lo que provoca ruido en el relato. Aunque es necesario decir que sin esos intercambios, habría un distanciamiento del Nobel colombiano.
Contrario a los vaticinios de quienes anticipan una oda a la perversión, Memoria de mis Putas Tristes no preconiza el abuso infantil, ni la pederastia. Es una cinta sobre un tema singular que gratamente rompe con las propuestas actuales. Es una película basada en la obra de un genio de la literatura, lo que arroja una propuesta interesante.
Nunca se dice la edad de la chica. Paola Medina dijo, en apuntes de producción, que hizo su papel pensando en que era una chica de 17 años, aunque pudo ser una mujer mayor y El Sabio, que nunca supo nada de ella, tampoco quiso averiguar su edad.