El año 2010, último del sexenio de Eugenio Hernández Flores, no ha sido sencillo. Una serie de situaciones no le han dado tregua al mandatario estatal, quien se prepara para entregar el Gobierno de Tamaulipas a un sucesor, Egidio Torre Cantú, que entró de relevo apenas unos días antes de las elecciones de julio pasado.
Huracanes, inundaciones, destrucción de carreteras y hasta el homicidio de personajes de la política de la entidad –un candidato a gobernador, un aspirante a alcalde y un presidente municipal en funciones–, se han convertido en los dolores de cabeza de Hernández Flores.
Durante los últimos ocho meses se han registrado acontecimientos que han marcado el rumbo de Tamaulipas, como los daños en varios municipios por el paso del huracán “Alex” y la crecida del río Bravo, así como los estragos de un clima de inseguridad con atentados a oficinas públicas y medios de comunicación.
Esta violencia ya alcanzó a la clase política. La mañana del 28 de junio, un grupo armado asesinó Rodolfo Torre Cantú, quien se perfilaba para convertirse en el próximo gobernador. Meses después, otro grupo literalmente fusiló en un rancho de San Fernando a 72 migrantes centro y sudamericanos.
Con apenas semanas de diferencia estos acontecimientos sacudieron la administración de Hernández Flores. Y, pese a ello, donde todo parece estar en paz es en la arena política, el talón de Aquiles de sus antecesores Manuel Cavazos Lerma y Tomás Yarrington Ruvalcaba.
LA CRISIS DE SEGURIDAD
Tamaulipas no está exento del clima de inseguridad que se vive en todas las regiones del país provocado, en gran parte, por la guerra en contra de la delincuencia organizada decretada por el presidente, Felipe Calderón Hinojosa.
Desde hace un par de años las calles de las principales poblaciones de la entidad se han convertido en campos de batalla entre las fuerzas federales y grupos civiles armados.
Diferentes eventos sucedidos en poblaciones como Reynosa, Matamoros, Nuevo Laredo, Río Bravo, Tampico y Ciudad Victoria, provocaron un generalizado clima de miedo entre la población, por lo que el 23 de febrero el mandatario estatal realizó una visita relámpago a las ciudades fronterizas, donde recorrió sus calles y comercios para demostrar que eran seguras.
Frente a los medios, Hernández Flores demandó una mayor presencia de fuerzas federales en la entidad y solicitó a los ciudadanos no escuchar ni difundir rumores en el Internet y las redes sociales.
Sin embargo, un par de meses después la violencia llegó a la política estatal. La mañana del 13 de mayo fueron asesinados Mario Guajardo Varela, precandidato del PAN a la presidencia municipal de Valle Hermoso; su hijo, Luis Mario Guajardo Adame y Fernando Treviño, un trabajador de la familia.
Los hechos se registraron alrededor de las 8:00 horas en las oficinas de Proveedora Agrícola Guajardo, propiedad del político albiazul, quien ya había buscando en una ocasión –sin éxito– gobernar su ciudad.
Los reportes oficiales indican que dos jóvenes llegaron al negocio, preguntaron por Guajardo Varela y tras ingresar a su oficina dispararon contra él y su hijo. En su huida, asesinaron al trabajador quien se encontraba en la puerta.
Y aunque el dirigente nacional del PAN, César Nava, y el resto de las fuerzas políticas del país demandaron el esclarecimiento de los hechos, hasta estos momentos no ha habido ningún arresto.
Como si eso no bastara, el pasado 28 de junio, cuando faltaban seis días para las elecciones donde se renovarían la gubernatura, el Congreso del Estado y los Ayuntamientos, fue ultimado Rodolfo Torre Cantú, a quien todas las encuestas colocaban como el candidato con más probabilidades de ganar las elecciones, pues presentaba una ventaja de tres a uno sobre el aspirante del Partido Acción Nacional.
En el ataque, también fallecieron el diputado local, Enrique Blackmore Smer, y cuatro integrantes del equipo de seguridad del abanderado priista.
El homicidio de Torre Cantú fue un duro golpe para el mandatario estatal. Su pesar fue evidente en la serie de homenajes que el priismo nacional ofreció a su memoria.
El más reciente de los políticos abatidos es el alcalde del municipio de Hidalgo, Marco Antonio Leal García, fallecido el 30 de agosto tras el ataque de un grupo armado que también dejó herida a su hija de 10 años.
El clima de inseguridad se fue complicando con una serie de atentados en oficinas públicas, medios de comunicación y negocios particulares.
El primero de estos ataques se registró el 5 de agosto pasado, cuando un auto explotó en el estacionamiento del Complejo de Seguridad Estatal de Tamaulipas, donde se encuentran la Secretaría de Seguridad Pública y las policías estatal y rural.
Posteriormente, el 27 y 29 de agosto, se registraron otras explosiones en las ciudades de Victoria, Matamoros y Reynosa. Los blancos fueron televisoras, oficinas públicas y un bar ubicado a unas cuadras del Puente Internacional Reynosa-Hidalgo, dejando como saldo una decena de personas lesionadas.
Incluso importantes actores políticos como los ex alcaldes de Tampico, Arturo Elizondo –propietario de las tiendas de autoservicio Arteli–, y Fernando Azcárraga López –primo del propietario de Televisa, Emilio Azcárraga Jean–, fueron privados de su libertad.
Además, el 25 de agosto, 72 migrantes centro y sudamericanos fueron asesinados en un rancho de San Fernando, lo que provocó la indignación internacional. Y si en el resto del mundo Tamaulipas y este municipio no eran conocidos, las primeras páginas de los periódicos y los titulares de los noticieros hicieron ese trabajo.
LAS CRISIS CLIMATOLOGICAS
Los expertos en meteorología pronosticaron que este año iba a ofrecer algunos de los más violentos fenómenos naturales de la historia.
Cuando apenas iniciaba la llamada temporada de huracanes, esta predicción se volvió una dolorosa realidad para Tamaulipas.
“Alex”, el primer fenómeno de la temporada y que llegó a tener un diámetro de 900 kilómetros, golpeó las costas de Soto La Marina el 30 de julio con vientos de 165 kilómetros por hora y una cantidad de lluvia nunca antes vista.
De acuerdo a los reportes, “Alex” produjo lluvias que variaron entre los 91.25 y los 315. 50 milímetros, mucho más que lo registrado tras el paso del fenómeno “Gilberto” en 1988, cuando cayeron 280 milímetros de lluvia y provocó graves daños y pérdidas humanas en Nuevo León.
“Alex” era tan grande que afectó por igual a municipios del norte como el sur de Tamaulipas. Matamoros, Río Bravo, Reynosa y Nuevo Laredo reportaron daños, al igual que Soto La Marina, Padilla, Casas, San Carlos, Villagrán, Hidalgo, Miquihuana, Jaumave, Llera y hasta la capital Ciudad Victoria.
En Matamoros las autoridades informaron de ocho y media pulgadas de agua, lo que provocó que alrededor de cuatro mil personas tuvieran que ser trasladadas a albergues.
En Nuevo Laredo las más de 15 horas de lluvia causaron inundaciones que dejaron decenas de colonias afectadas.
En Ciudad Victoria se reportaron postes y árboles caídos, casas dañadas y personas albergadas, algo que no se veía desde hace décadas.
Sin embargo, “Alex” demostró ser un fenómeno mucho más dañino una vez que se disipó. Y fue tanta la lluvia que arrojó sobre el territorio tamaulipeco, que las presas del Estado quedaron por encima de su capacidad, por lo cual las autoridades de la Comisión Nacional del Agua decidieron abrir sus compuertas para desfogarlas.
La idea encontró el inmediato rechazo de Hernández Flores, quien en una reunión celebrada el 5 de julio en Reynosa, reclamó a las autoridades federales que no hayan avisado a tiempo a las locales sobre la apertura de las presas.
Ese día, el mandatario aprovechó para criticar la política de administración de las aguas de las presas pues, dijo: “Cuando no hay agua (la CNA) no la sueltan y cuando tiene mucha agua, ahí les va toda el agua”.
Incluso, el director estatal de Protección Civil, Salvador Treviño Salinas, advirtió que lo peor estaba por venir.
“¡Aguas! con los escurrimientos, esos no los sentimos. De repente llegan y llegan fuerte, sobre todo la gente que habita y transita por vados, puentes, canales y arroyos, vienen fuerte y causarán estragos”, aseguró.
Horas después los pronósticos resultaron ciertos. Con la apertura de las presas el afluente del río Bravo creció de manera impresionante, causando daños millonarios en la infraestructura carretera y aduanal.
En Reynosa las instalaciones de la aduana en el Puente Internacional Reynosa-Hidalgo –que llegaron a ser calificadas como “Aduana Modelo”–, quedaron bajo el agua durante varias semanas; un fenómeno similar se vivió en Nuevo Laredo, pues la infraestructura vial en los alrededores del Puente Internacional Laredo-Lincoln se inundó.
La crecida del río y su desbordamiento en algunas zonas, afectó la red carretera del Estado, pues la vía que comunica a Reynosa con Nuevo Laredo tuvo que ser cerrada a la circulación, además de que se tuvo que romper el pavimento en la autopista Reynosa y Matamoros para permitir el paso del agua.
Una de las afectaciones más extremas se vivió en la pequeña población turística de Nuevo Progreso, que quedó completamente incomunicada por vía terrestre con el resto de Tamaulipas. Quienes deseaban llegar a este lugar por automóvil, tenían que hacerlo por Progreso, Texas.
Los pronósticos más optimistas aseguran que a más tardar en marzo de 2011 la infraestructura vial de Tamaulipas quedará reparada, sin embargo, el retraso en el envío de los recursos del Fondo Nacional de Desastres complican la situación.
El peor drama con las inundaciones se vivió en las comunidades ubicadas en las riberas del río Bravo y la zona rural de Matamoros, donde cientos de personas perdieron todas sus pertenencias tras la crecida del río y sus afluentes.
Los estancamientos en las zonas afectadas orillaron a las autoridades de la Secretaría de Salud a aceptar que había la posibilidad de que se registraran brotes epidémicos.
Juan Guillermo Mansur Arzola, titular de Salud en la entidad, reconoció que con las inundaciones todo el trabajo que se había hecho para combatir al dengue se vino abajo.
Incluso no descartó un incremento en las enfermedades de la piel, infecciones gastrointestinales y hasta un posible brote de cólera.
El problema es que la temporada de huracanes no ha terminado y las poblaciones afectadas siguen bajo riesgo ante la posibilidad de más fenómenos de este tipo. El reciente paso de la tormenta tropical “Hermine” y los daños que dejó en la ciudad de Matamoros, son una prueba.
CRISIS POLITICA EN RIO BRAVO
Aunque en términos generales Hernández Flores ha logrado mantener las riendas de la vida política del Estado, el problema postelectoral que existe en el municipio de Río Bravo –que mantiene a esta comunidad sin alcalde electo– podría considerarse como “el prietito en el arroz”.
En cuestión de horas, esta ciudad observó cómo inicialmente el presidente municipal iba a ser el panista Juan Diego Guajardo, pero después, tras un controvertido fallo del Consejo Municipal Electoral, se determinó que el ganador de la elección era el priista Roberto García por una diferencia de menos de 200 votos.
Las cosas llegaron hasta el Tribunal Estatal Electoral, que determinó anular la elección y convocar a nuevos comicios. Una nueva demanda de los panistas, ahora en el Tribunal Federal Electoral con sede en la ciudad de Monterrey, echó abajo esta determinación.
Y es que el pasado 8 de septiembre, el tribunal determinó cancelar la decisión de anular el proceso y ordenarle a las autoridades electorales tamaulipecas a emitir un nuevo dictamen con respecto a la elección de alcalde de Río Bravo.
Esto ha provocado que la incertidumbre de quién asumirá el cargo de alcalde el próximo primero de enero de 2011 dure todavía unas semanas más.
Cuando faltan todavía tres meses para que concluya su administración estatal, Eugenio Hernández Flores ha enfrentado, en menos de un año, una serie de crisis que sus antecesores seguramente no le envidiarían.
Mientras tanto la temporada de huracanes aún no termina, y la inseguridad parece crecer día a día, aunque en ocasiones otorga una tregua a la ciudadanía de Tamaulipas que busca seguir haciendo su vida normal… en lo que se puede.