
Se formó sobre el camino y encontró su vocación haciendo periodismo. Llegó a ser maestro de varios periodistas.
“El periodismo y la comunicación en general, han evolucionado mucho con las nuevas tecnologías, que no existían en la época que nos tocó trabajar; son una cosa muy distinta, completamente. Además, sinceramente, yo noto que como que antes había un poquito más de romanticismo”, afirmó don Alberto Tea Guzmán, una de las grandes figuras del periodismo en la región norestense.
Con una trayectoria de más de 50 años en el periodismo, Tea Guzmán se toma un tiempo para platicar con Hora Cero y recordar algunos de los momentos importantes de su carrera y cómo fue que inició en esta difícil pero satisfactoria profesión de informar.
EMPEZÓ A LOS 17 AÑOS
Interrogado acerca de su ingreso al periodismo, Alberto Tea dijo: “Yo no estudié periodismo, de hecho no tengo estudios superiores, soy autodidacta; siempre me ha gustado leer mucho. Yo comencé mi carrera en el Sol de Tampico, al que ingresé como auxiliar de redacción cuando tenía como algunos 17 años. El periódico perteneció a la cadena García Valseca, del coronel José García Valseca, quien en esa época tenía 32 periódicos en todo el país.
“Mi primer trabajo fue como auxiliar en las áreas de sociales y de deportes, y debo decirle que ahí me fueron de mucha ayuda mis estudios de mecanografía y taquigrafía, que aprendí en unos cursillos en una academia comercial de la que salí como contador privado. Ya en la práctica tuve dos grandes maestros: Frago Sandoval y Pepe Espinosa, que en paz descansen los dos. Luego, sucedió que despiden al reportero de guardia y el jefe, Eduardo Martínez, me preguntó si yo quería ocupar el puesto. Le dije, pos cómo no, si de eso estoy pidiendo mi limosna”.
Acerca de sus ingresos, ya como reportero de guardia y de planta aseguró que su primer sueldo, “me acuerdo, en esa época era el salario mínimo de 8 pesos con 15 centavos, que, aunque el costo de la vida era bajo, resultaban insuficientes para cubrir mis necesidades. Eran los tiempos del presidente Adolfo Ruiz Cortínes. Entonces ni siquiera pensaba uno en tener coche; nos movíamos en camión o en carros de ruta, que así se les llama en Tampico. Eran muy pocos los periodistas con automóvil”, evoca Tea Guzmán.
Escribir a máquina y hacer los apuntes en taquigrafía eran habilidades técnicas muy importantes, pero, desde luego, no suficientes. El maestro Tea explica: “Yo siempre les dije a los jóvenes que me preguntaban, que lo más importante es la responsabilidad. Que todos sepan que el trabajo se debe hacer bien hecho. Yo no tuve estudios, pero siempre he leído mucho. En mi casa, libros. Allá en Tampico había buenas librerías de viejo, donde compraba uno libros usados importantes a bajo precio.
“Pero también, cuando estaba en espera de que me recibiera un funcionario, aprovechaba para leer las revistas que hubiera por ahí, o los periódicos. Así aprendí a redactar más y mejor; yo redactaba mucho, llegué a hacer hasta 50 notas al día, claro, entre grandes y chicas. Llegaban, por ejemplo, los corresponsales de Magozal, Veracruz, señores que vendían chorizo, queso y carne seca y traían sus apuntes en cualquier papel escritos a mano con lápiz. Yo les hacía las notas y lo que no entendía de su escrito, se los preguntaba, para dar una buena información”.
HUÉRFANO A LOS 12 AÑOS
“Yo no tuve una vocación temprana por el periodismo, mi vocación nació del trabajo y en el trabajo. Trabajé mucho, redacté mucho, leí mucho y eso me hizo un profesional en este oficio que ha sido toda mi vida. Yo quedé huérfano de padre a los 12 años de edad y, aunque nuestra madre trabajaba para sostenernos a mi y a mis hermanos, algunos muy chicos, yo tuve que ocuparme en algo para ayudarla con los gastos. Realicé diversos trabajos, pero ninguno me atrajo tanto como el periodismo.
“Llegue a tener tanto amor al oficio que de cualquier cosa hacía una nota o un reportaje. En Tampico pegan mucho los ciclones, aunque no tan fuerte, pero hubo dos que dejaron un terrible recuerdo por su capacidad destructora, el de 1933, que yo no lo viví, y el Hilda, que después de pasar por Quintana Roo y Yucatán, ingresó a Tampico en la madrugada del 19 de septiembre de 1955, como categoría tres causando grandes destrucciones. A mí ya me tocó reportear.
“Vi cómo la gente sufría por los daños del ciclón y por la incomunicación. Vi también cómo el presidente (Adolfo) Ruiz Cortínes se hizo presente llevando ayuda. Ahí se implementó por primera vez el Plan DN-III, que ahora presta auxilio a la población en casos de desastres. Llegó también ayuda de otros países, incluyendo dos portaaviones de Estados Unidos, uno de ellos el Saipan, que había estado en la Segunda Guerra Mundial. Como no podían acercarse a la playa, fondearon en altamar y desde ahí llevaban la ayuda en helicóptero o en lancha. A mi se me figuraban mosquitos surcando el cielo y el mar y así lo escribí”, precisa.
Luego, a los 15 días, sigue con su narración, vino otro ciclón, el Janeth, que entró cerca de Tuxpan y ocasionó una tremenda inundación. “Yo calculo que sólo quedó por encima del agua un 20 por ciento de todo Tampico, pues subió el agua de los ríos Pánuco y Tamesí y las lagunas de El Carpintero, el canal de la Cortadura y la laguna del Chairel. La gente tenía que ser sacada en lancha del techo de sus casas para llevarlas a los lugares altos. Fue tanta la afectación que el presidente Ruiz Cortínes, con el apoyo del Ejército, estableció un puente aéreo para poder llevar comida, agua limpia y medicinas a la gente.
“Ya después, cuando se anunciaba por la radio una tormenta, yo veía como un joven travieso recorría las colonias gritando: “Ahí viene el ciclón”. A mi me llamó tanto la atención que hice un reportaje que lo titulé así. La alarma que daba el muchacho permitía que la gente buscara proteger sus casas. Por donde quiera se oía el sonido del martillo mientras la gente protegía sus puertas y ventanas con madera y tomaba las provisiones necesarias juntando agua, alimentos y petróleo diáfano para los quinqués y las estufas. A mi, cuando era niño, me asustaban mucho los ciclones, yo creo que como a todos los niños de la época”.
LA PÉRDIDA DE LOS VALORES
Cuestionado acerca de la apología de la violencia que se hace de manera generalizada y de la pérdida de los valores, explicó el maestro Tea Guzmán que: “Ciertamente, hay una pérdida de los valores morales, los principios éticos, y quizá sea como usted dice que fallaron las instituciones: el gobierno, la escuela, la iglesia, la familia; pero hay que reconocer que no todo está perdido, aún hay personas y grupos sociales que mantienen el respeto y el amor por los demás.
“La sociedad evoluciona de acuerdo a los factores más dinámicos. Hubo un tiempo en que el cine americano buscó recuperar los valores morales, quizá porque se hartaron del erotismo y de todas las manifestaciones antisociales; se puede ver en películas antiguas que hablan de la familia y exponen casos cotidianos aportando algunas soluciones para las situaciones conflictivas. También en la música, se exaltaron los principios. Quizá ahora ya no, quizá haya que volver a ver y oír lo que se hizo en aquella época.
“El periodismo debe ser el reflejo de la realidad que vive la comunidad; es un espejo de la realidad. Yo creo que en eso consistía la aceptación de los periódicos en aquellos tiempos y de los medios de comunicación más recientemente, en que la gente se ve reflejada en ellos. Usted dice que ahora se hace apología de la violencia, déjeme decirle que cuando Carlos Loret de Mola, el abuelo, llegó de Yucatán a dirigir El Mundo de Tampico, relegó la nota roja; pero en cuanto notó que bajaba la circulación, le volvió a dar importancia, porque, dijo, “al público lo que pida”.
Con respecto a la propuesta de la Cuarta Transformación de la vida pública nacional, que propone recuperar los principios morales y los valores humanos, especialmente no robar, no mentir y no traicionar al pueblo, señaló que: “Como propósito se oye muy bonito. Sería ideal verlo convertido en realidad. Ojalá que así fuera, se lograría mucho, porque no se trata sólo de progresar en lo material, sino también en lo moral.
“Lo que yo percibo es que el periodismo se deshumanizó, ya no vemos la nota de color, el reportaje, aunque, claro, hay medios que si lo trabajan; pero como que en la actualidad se ha copiado el modelo del periodismo norteamericano, muy lacónico, muy conciso, todo se dice en pocas líneas sin aportar el contexto de los acontecimientos para que lector pueda tener más elementos con que hacerse una opinión.
“En aquellos años de que estamos hablando, cuando el periódico decía una cosa, así era. No había más. Este reflejaba la realidad que se estaba viviendo en ese momento en cualquier tema que fuera. Ahora no. Me parece que los medios se empeñan en tergiversarla. Yo creo que el periodismo debe ser objetivo fundamentalmente. Cuando comencé esa fue la lección que me dieron, que la objetividad es muy importante y también la veracidad. ¡La verdad debe ser imprescindible!”.
Hay la libertad de prensa y la libertad de expresión a la que debemos de apegarnos. Nomás que ejercer la libertad de expresión es una gran responsabilidad, porque ésta tiene sus límites, ¿verdad?
“Sí, yo pienso que el límite está en el respeto a la vida privada, esa es una línea que no hay que traspasar. Yo nunca tuve problemas en ningún periódico en los que trabajé. Nunca me coartaron mi libertad de expresión, ni la empresa, ni las personas, ni los funcionarios”.
Cuando se le comenta al maestro Tea que Eduardo Galeano escribió: “Respeto absolutamente tu libertad de opinión, lo cual no quiere decir que respete tu opinión; esa es otra cosa muy diferente”, expresó que: “Ahí encajaría muy bien la frase de que no hay verdad absoluta. Nadie puede decir que posee la verdad absoluta porque ésta no existe, cada quien tiene una opinión diferente dado se percibe la realidad desde diferentes ángulos”.
LA PRENSA ESCRITA PERMANECERÁ
Ante los embates de las nuevas tecnología de la comunicación, don Alberto Tea Guzmán sentenció: “verba volant, scripta manent (la palabra vuela, lo escrito permanece)”, un latinajo que leyó al iniciar su carrera y se le quedó grabado. Luego aseguró que: “Ahora parece que hay una crisis en los periódicos, pero no hay que olvidar que las crisis son una oportunidad para fortalecerse y crecer. El reto, quizá, sea volver a los principios, esto es, reflejar con certeza, responsabilidad y profesionalismo la realidad que se vive en cada lugar.
“Yo me hice sólo, leyendo mucho. Ahora hay escuelas de periodismo y de comunicación, además de avanzadas tecnologías que hacen más fácil y rápido el trabajo. Eso puede ser la puerta de entrada a una nueva etapa del periodismo para contribuir al desarrollo de la sociedad y el progreso de la humanidad. Ejercer el noble oficio del periodismo implica responsabilidad, veracidad, objetividad y servicio, con ello, el futuro de la prensa escrita está garantizado.
“Además, no hay que olvidar que un periódico, un libro, una revista se puede llevar a donde quiera y que no necesita más que abrirlos para enterarse de su contenido. Para oír radio necesita un aparato y una fuente de energía, lo mismo para la televisión, o para la computadora o el teléfono celular, demás de que tienen que estar alimentados por sofisticados equipos de producción y de transmisión. Con el diario no.
“Otra frase en latín que recuerdo mucho es la que está grabada a la entrada de El Mundo, de Tampico; “Sponte sua, que significa por propio impulso”, que entiendo yo que lo trascendente se da por su propio empuje, como es la permanencia de los periódicos en la preferencia del público. Si son buenos, veraces, profesionales, se les busca; si son malos, tendenciosos o facciosos, ni quien los procure; mueren por su propio impulso”.
Así concluyó la charla con don Alberto Tea Guzmán, un periodista que sin escuela hizo escuela, y que encontró su vocación de periodista haciendo periodismo.