
El quinto Informe de Eugenio Hernández Flores sería el más morboso que los anteriores por varias razones. Una, que los que creen tener posibilidades para sucederlo se sentirán con mayor libertad y menos estrés para organizar su “besamanos” como los alcaldes de Reynosa, Nuevo Laredo, Ciudad Victoria y Matamoros.
Otra, que aquellos que hasta el viernes 27 de noviembre no habían recibido la invitación para el Informe del miércoles 2 de diciembre, seguramente ya estaban oliendo a difuntos políticos y empezaron a mandar mensajes con la blackberry para apoyar a “mi compadrito”.
Una más sería el lugar que ocuparían dentro del recinto de los invitados especiales como alcaldes, diputados federales y locales, la senadora, secretarios y directores del gabinete y el titipuchal de coordinadores de programas en cada uno de los municipios. Sin contar a ex funcionarios, ex alcaldes y ex diputados.
Como es tan grande el pastel que se va repartir después de las elecciones del 5 de julio de 2010, cualquier burócrata priista desde Nuevo Laredo a Tampico y de Matamoros a Tula, tuvo encendida una veladora para que el cartero tocara a su puerta con la invitación al quinto Informe.
Aunque algunos que no pierden las esperazas inventarían que sí estaban en la lista, pero se tuvieron que ausentar: “Fíjate que estaba de viaje y no había nadie en la casa para recibir la invitación. Seguramente el cartero no la dejó y el aviso se voló”.
Vaya, hasta habrá quien le echará la culpa al perro o a un bueno para nada que sacó la invitación del buzón: “Ni modo, que al cabo no tenía ganas de ir. Mi jefe me pidió una encomienda igual de importante”.
Los encargados de acomodar a los invitados tuvieron que evitar cualquier error involuntario (o voluntario). Por ejemplo, imagínense que hubiera dos filas para los alcaldes y Ramón Garza Barrios, de Nuevo Laredo, ocuparía un mejor lugar que Oscar Luebbert Gutiérrez, de Reynosa.
U otros que no se descartan como Arturo Díez Gutiérrez y Erick Silva Santos, presidentes municipales de Victoria y Matamoros, respectivamente, estuvieron juntos en la fila dos, mientras Garza Barrios, en la tres al frente, y Luebbert Gutiérrez a la orilla.
El miércoles 2 de diciembre hasta la moda sería motivo de especulaciones: que si Rodolfo Torre Cantú, el diputado federal de los favoritos, iba con el mismo color de corbata que Hernández Flores. O que José Manuel Assad Montelongo, el secretario de Educación que también suspira, vestía un traje del mismo color y marca que el gobernador.
Hasta la impuntualidad sería una razón para comentarios. Imagínense que en pleno uso de la palabra del anfitrión, el legislador federal y ex alcalde de Altamira, Javier Gil Ortiz, tuviera la osadía de llegar tarde. ¡Qué oso!
El día de la fiesta de Eugenio no habría lugar para cometer errores por parte de los precandidatos, como el diputado Baltazar Hinojosa Ochoa y la senadora Amira Gómez Tueme, quienes ocuparían lugares cercanos por su investidura de legisladores federales.
Por primera vez en los últimos tiempos (1998, 2004 y 2009) cuando el PRI espera lanzar el humo blanco los cielos para designar a su candidato a gobernador, parece que la carta no ha sido marcada.
En 1998 Manuel Cavazos Lerma descartó a varios alborotados y no tuvo dudas en elegir a Tomás Yarrington Ruvalcaba, quien ya había sido alcalde de Matamoros, presidente estatal del PRI y secretario de Finanzas, entre otros cargos de relevancia.
Y en 2004 Yarrington Ruvalcaba dio la orden para que los sectores de su partido se pronunciaran por Hernández Flores, un empresario victorense que había sido encargado del financiamiento de su campaña a gobernador, fue diputado federal y alcalde de Ciudad Victoria.
En fin, el quinto Informe de Eugenio ya huele a sucesión.